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La lechuza de Minerva

Símbolo de la orden de los iluminados de Baviera

 

Texto extraído y abreviado por parte del Sindicato TNS del libro “Sionismo, Iluminados y Masonería” escrito por Guillermo Buhigas, editado por SEKOTIA Editorial.

 

Un joven llamado Adam Weishaupt fundó la Orden de los Iluminados, celebrando el acta fundacional durante la noche del 30 de abril al 1 de mayo de 1776, la noche de los Walpurgis, en el bosque de Eichstätt cercano a Ingolstadt.

 

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El teniente Antonio de Spínola (gorro negro) visita el Frente de Leningrado

 

Pablo Iglesias se pasea con un clavel rojo, en homenaje al movimiento político que tuvo lugar en Portugal en abril de 1974.

El general Antonio Sebastiao Spinola Ribeiro, fue un militar y político que realizó con notable éxito la función de gobernador en la Guinea portuguesa entre 1968 y 1973.

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Llegan otras elecciones y de nuevo vuelven las dudas y hasta las discusiones entre camaradas u otros compatriotas que no se identifican en absoluto con el sistema (algunos, como yo, lo aborrecéis y pensáis que hay que derribarlo cueste lo que cueste), de si presentarse o no al circo electoral y de si acudir a votar o no el día de la siniestra fiesta de la democracia.

 

No pretendo con estas líneas convencer a nadie, pero sí argumentar mi posicionamiento en ambos aspectos, por un lado el de pese a no creer en “su democracia” y “sus elecciones”, presentar una candidatura totalmente contraria al sistema que queremos combatir, y, por otro lado, el de respaldarla con nuestro voto, aun sabiendo que las opciones de obtener representación electoral son prácticamente nulas, y digo lo de “prácticamente” porque soñar es gratis y uno es tan optimista como revolucionario, de hecho, una cosa lleva a la otra, y la otra a la una.

 

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Sé que esta opinión va a causar, probablemente, apasionadas discusiones y no pocas descalificaciones a diestro y siniestro. Y se también que algunas de ellas, quizá las más áridas, provengan de lo que convencionalmente llamamos nuestras propias filas, eufemismo este, por cierto, cada vez más complejo de descifrar, pero tengo una opinión, una obligación moral, un compromiso militante y un pacto con la verdad y soy, además, candidato a la Asamblea de Madrid por la única lista socialpatriota que podremos hallar en los comicios del 4 de mayo. No en vano, presentar candidaturas en España es una yincana para irreductibles y a veces ni estos lo logran.

 

Las elecciones a la Comunidad de Madrid son – aunque algunos parecen ignorarlo – de circunscripción única (como las europeas) por lo que todos los votos en juego tienen el mismo valor y van al mismo saco de recuento. Es decir, que no hay pérdidas ni desperdicios marginales porque uno decida votar a su opción preferida, cuando estas se encuentran entre las mayoritarias y con representación en la cámara. El fantasma pues, de concentración de voto, de vuelta al bipartidismo, de cambiar una vez más de chaqueta, en virtud del tan manido voto útil o del, peor aún, no es el momento, es, directamente, una falsedad que conocen perfectamente quienes alientan esa falacia con el objeto de concentrar el voto.

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Mi primera reacción ante la presentación de la candidatura falangista a las elecciones autonómicas de Madrid fue de escepticismo. Los que ya llevamos unos años soportando la periódica tramoya electorera de la partitocracia del 78 sabemos, por amarga experiencia, que todo el tinglado está montado de tal forma que es prácticamente imposible que una opción disidente tenga la más mínima posibilidad de éxito.

 

Los espacios electorales de las candidaturas opuestas al monipodio oficial son cuidadosamente relegados a horarios de mínima audiencia. La Cosa Nostra periodística, con su cerco de silencio -cuando no de calumnias y mentiras- a las opciones patriotas, hace que cualquier candidatura disidente que concurra a la tómbola electoral no tenga la más mínima posibilidad frente a las generosamente financiadas cuadrillas de trileros de los partidos oficialistas.