Empezamos la semana conociendo un buen dato: el del desempleo. 200.000 cotizantes menos, 16'5 millones de trabajadores, 78.000 desempleados nuevos en cifras redondas y 4'5 de almas apuntadas en las listas del paro.
Algunos hemos dedicado buena parte de nuestro trabajo profesional a denunciar los excesos del liberalismo y del capitalismo, tan nocivos o más, cuando se aplican de manera salvaje, que lo que pueda serlo el marxismo. Lo hacíamos en la certeza de que las teorías económicas de Marx y Engels estaban muertas y enterradas, y de que, salvo en algunos casos ciertamente peculiares y exóticos, como Cuba o Corea del Norte, su aplicación práctica era imposible en el mundo actual. Pero la reciente victoria electoral de Syriza en Grecia o el imparable ascenso de Podemos en España hacen que, quienes estamos libres de compromisos ideológicos y simplemente ponemos nuestro trabajo al servicio del Bien Común, tengamos que ocuparnos de este "zombie" que, contra todo pronóstico, ha resucitado.
Empezamos la semana conociendo un buen dato: el del desempleo. 200.000 cotizantes menos, 16'5 millones de trabajadores, 78.000 desempleados nuevos en cifras redondas y 4'5 de almas apuntadas en las listas del paro.
Los que me estén escuchando a esta hora lo harán, sin duda, en uno de estos dos sitios: La manifestación en Madrid convocada por Pablo Iglesias y los suyos o desde cualquier otro lugar del globo. A los primeros, que se abriguen, que dan lluvias; a los segundos... sí, que no se hagan mala sangre, que serán muchos los que saldrán a las calles de la capital, muchos, tal vez más que en ninguna otra manifestación conocida, a pesar de la lluvia, más incluso que cuando vino el Papa o mataron a Miguel Ángel Blanco, muchos.
La España surgida del régimen del 78 ha visto crecer en sus entrañas un fenómeno extraño: las asociaciones de víctimas del terrorismo. En un mundo ideal no deberían tener sentido. Sin embargo, hubo que crearlas. Las asociaciones de víctimas del terrorismo son la punta de lanza que recuerda al Estado que es subsidiario de los crímenes que causa el terrorismo, sea el que sea.
La mediocridad de los tiempos que nos ha tocado vivir, y de sus protagonistas políticos, hace que las viejas glorias, aunque presenten en sus currículos más sombras que luces, enseñen la patita de cuando en cuando, en la seguridad de que, con poco que hagan, volverán a ocupar las más altas responsabilidades. Ha pasado en Francia, donde Sarkozy ha vuelto para intentar recomponer una derecha moderada que simplemente se ha volatilizado, o en Grecia, donde al margen de lo que ocurra hoy, tuvo que volver Papandreu a dar oxígeno al socialismo moderado.
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