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Produce crispación en los nervios de los tradicionalistas, de los perfectos españoles, el anunciarles la muerte de su queridísima institución. "La monarquía ha muerto" es cosa que suscita en el ánimo de los conservadores la misma sensación de adversidad y traición que la famosa afirmación de Nietzsche en el ánimo del creyente. Pero resulta que estos caballerescos hombres que contemplan el ocaso del siglo de oro español con nostalgia y fatiga no comprenden que España se mueve. Es una realidad transformadora, creadora y precisa de nuevas formas.  

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Una tontipija que ocupa un ministerio por gracia de su patriarca, ha declarado ser una ferviente seguidora de Simone Bouvoir. Puede ser porque sean domésticas las dos de un Pablo cada una.

La española ha sacado a relucir las bondades de su familia; española, natural y cristiana, en la que, según ella, ha recibido una educación ejemplar, no como otras de apellidos muy notorios, en clara alusión a una Álvarez de Toledo.

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La renta básica es necesaria, pero no con carácter universal. Sólo los perjudicados deben tener derecho a ella. Para los ociosos, nada de nada. Lo contrario sería la legalización de la holgazanería remunerada y traería la quiebra del Estado.

Con la economía estancada y con el incremento del gasto público, aumentaría aun más el descomunal déficit del estado.

Subirán los impuestos sobre las rentas. Disminuirá el poder adquisitivo y por tanto, el consumo. Subirán los precios y el correspondiente IVA. La inflación -que es un impuesto disimulado sobre las nóminas- será galopante.

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Que España está desprovista de una minoría audaz, ágil y apta para la inmensa tarea de gobernar debería formularse en las mentes de nuestros contemporáneos no como suposición si no como innegable realidad.

Parece ser que la lección histórica nos coloca ante la vista de tan fatídica enfermedad; España carece de muchas cosas, pero esa carencia puede resumirse en una síntesis diferenciada; nuestra Nación está falta de hombres selectos, de la justa figura de un gobernante que recupere para España todo aquello que se ha ido despojando de ella sin esfuerzo.

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No hay peor criminal que el que comete crímenes contra personas indefensas, débiles y vulnerables; Y esto es lo que está haciendo la Generalidad de Cataluña con nuestras personas mayores. Nuestros ancianos se han visto sometidos a situaciones de abuso, desprotección y violación de su derecho más elemental y básico: LA SALUD.

La Justicia Social es, para los falangistas, un objetivo sagrado e irrenunciable; Es el espíritu de nuestra doctrina. Por ello decimos alto y claro que el cuidado de nuestros mayores es una obligación que no podemos permitir que el Estado abandone. El Estado debe asegurar como uno de sus principales objetivos la defensa de los derechos, de las libertades y de la dignidad de las personas mayores como colectivo de especial vulnerabilidad y sobre todo en aquellas situaciones que les representen mayor peligro.