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Artur Mas y Oriol Junqueras aplauden tras suscribir el pacto de gobierno, el pasado mes de diciembre

 

No tengo ninguna duda de que hoy habrá miles de ciudadanos que van a respirar tranquilos. Lo que en un principio iba a ser una referéndum separatista en toda regla, se va a quedar finalmente en una fiestuqui de frikis, la fiesta de la butifarra pero con urnas de por medio. Si José Antonio, que dijo aquello de que el fin más noble que podían tener las urnas es ser destruidas, viera cómo hoy algunos cientos de miles de paisanos suyos utilizan hasta cajas de zapatos para esta astracanada paleta, indudablemente volvería a su tumba sin dudarlo.

 

 

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Hogar Nacional Sindicalista. 

 

   Cuando la ocupación es un deber y una necesidad.

 

           Que el trabajo dignifica a la persona, es una realidad innegable, sin trabajo no hay dinero, y sin dinero no hay alimentos ni podemos adquirir productos de primera necesidad y pagar los gastos derivados de un hogar, la persona se ve reducida a cero.

 

           Afloran sus instintos más primarios de supervivencia .Bakunin decía:-"El ladrón que roba y mata, demuestra un espíritu revolucionario puro y sin adornos"

 

            Bakunin era un idiota y a lo que él llama revolución, yo lo llamo delincuencia.

 

           El pasado mes de Junio, falangistas de Zaragoza, junto a miembros de otras organizaciones, llevamos a cabo una "ocupación", lo cuál creímos un acto de justicia social y de derecho, pues hoy día, la ley dista mucho de la justicia.

 

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 Intereconomía, desbordada por las deudas, satura su parrilla de teletienda para recibir 200.000 euros mensuales

 

Historia cierta de un pequeño sindicato o cómo el Nacional-sindicalismo consiguió ganar alguna batalla a una gran empresa liberal. 

 

A finales del año pasado (noviembre de 2013), los trabajadores del Grupo Intereconomía nos encontrábamos ante una difícil situación. Se nos adeudaban, en el mejor de los casos, siete nóminas. Siete nóminas acumuladas durante más de año y medio de retrasos en el pago del corriente. En uno de los momentos de mayor voracidad bancaria que se recuerde, retrasarse en el pago de letras, hipotecas o préstamos suponía una penalización que, naturalmente, nadie en la dirección de la empresa estaba dispuesto a asumir. En aquellos días (son casos reales) tuve que oír relatos personales de todo tipo, desde desahucios, cambio de los niños de colegio, hasta los de aquellos que tenían que recurrir a padres y hermanos para poder llenar la nevera. No es una ficción. Es real. Tan real como que hay hombres y mujeres, con nombres y apellidos, que no me dejarían nunca por mentiroso en este punto. Supongo que no era más que otra historia de crisis en España. Supongo que era otra historia de empresarios acogotados por los bancos y la Administración, con buena fe y mala suerte. De un modo u otro, pagábamos los trabajadores.

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Después de haber visto cómo hasta Bob Esponja, Calamardo y el señor Cangrejo han podido inscribirse en la consulta ilegal descafeinada de Cataluña, pero separatista por supuesto, comprenderán que seguir tomándose el asunto en serio cuesta mucho trabajo. Lo hacemos, fundamentalmente, no por este simulacro ridículo, sino porque la cuestión de fondo es la sagrada unidad de España, y sobre esta materia caben pocas bromas. 
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Tengo que confesarles que lo único que me ha sorprendido e impresionado de Pablo Iglesias II es que, desde el primer momento, tuvo la seguridad de que algún día sería presidente del Gobierno. Recuerdo perfectamente que fue de las primeras cosas que dijo al conocerse los resultados de las elecciones europeas: "Estamos llamados a gobernar España", dijo. El viernes, en la presentación de su libro, lo volvió a repetir: "Somos una fuerza política que aspira a formar gobierno el año que viene. Ya no estamos para escribir libros".