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currupción en la justicia

Una de las características más notables, y a veces incluso divertida, de este sistema partitocrático que padecemos y que algunos llaman democracia, es la impresionante hipocresía que preside las relaciones personales entre los poderosos. Véase el reciente ejemplo del mandamás de Gowex, el ínclito Jenaro García, hasta hace poco recibiendo premios, ósculos y abrazos de oso por parte, entre otros, del mismísimo presidente Rajoy, y ha sido morder el polvo y quebrar su empresa, y no lo conoce ni el Gobernador del Banco de España. Ha pasado de ser manoseado obscenamente a parecer el hombre invisible.

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Quienes se empeñan en falsear groseramente la Historia de España (con creciente riesgo de ponerse en ridículo), afirmando poco menos que sólo desde el advenimiento de la democracia liberal parlamentaria ha logrado España un grado suficiente de paz, prosperidad y progreso, deben estar pasando, ciertamente, por una mala racha. Porque sostener esa grosera mentira, que se da de bruces con lo que realmente ha ocurrido en España, en medio del actual carajal en que se ha convertido nuestra amada patria, requiere, indudablemente, de un intenso ejercicio de hipocresía.

 

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Como españoles, como falangistas, tenemos muy claro que lo que creemos es en el Estado cuya forma sea la republica nacional sindicalista. Pero ya que ahora, por imperativo “constitucional”, padecemos como máxima jerarquía del Estado una monarquía, lo que exigimos a la misma es que ejerza su reinado con toda la dignidad y el amor a la Patria que se exige en una nación que se valora a sí misma. Que sean monarcas que se distingan por su espíritu de servicio, por su defensa del bien común y de la Unidad sagrada de la Patria, es decir, lo que defiende el nacional sindicalismo, la Patria, el Pan y la Justicia.

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España tiene un nuevo rey desde hace unos días, y es normal, es legítimo, podríamos decir incluso que es positivo que el común de los españoles piense que quizá todo vaya mejor en España a partir de ahora. Se nos ha dicho, y lo creemos, que es el monarca más preparado de la Historia, algunos de sus primeros gestos y palabras no puede decirse que hayan sido del todo desacertados..., por tanto, habría razón para ser moderadamente optimistas.

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Cuando uno echa un vistazo más o menos detallado a la Historia de España, se da cuenta de que la dinastía borbónica, con alguna excepción, no ha dado precisamente gloria a la monarquía española. Dicen que las comparaciones son odiosas, pero si pusiéramos en una hipotética balanza de los tiempos, por ejemplo, a Carlos V con Fernando VII, o a Felipe II con Carlos IV, por poner ejemplos significativos, saldrían victoriosos los Austrias por goleada y sin despeinarse. Siendo realistas, podríamos decir que desde los Reyes Católicos en adelante, lo que ha hecho la institución monárquica en España no es otra cosa que despeñarse.