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Categoría: Artículos
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Hay un resorte, un aliado excepcional, con que la conciencia operante en las juventudes cuenta para el surgimiento de una revolución nacional. Este resorte adquiere la designación de masas, de las cuales también carecemos en esta época de pobreza y estrechez.

Lo que ahora se desliza en la vida política -si acaso mereciese llamarse vida- toma forma bajo el nombre de mayorías. Las mayorías no son mas que un valor de mero carácter cuantitativo, una cifra numérica para medir la cantidad de adeptos con que cuenta el partido triunfador para ejecutar sus técnicas de leguleyo bajo el amparo de ese divinizado número. Así, no puede asignarse a esta otra tarea diferente a jugarse los destinos españoles a la libre discusión, al puro azar. Las mayorías no sirven mas que para cambiar el color de la gobernación, proclamar en nombre de la estupidez y de la voluntad humana un nuevo partido que realice desastres nuevos en la Patria.

En otras palabras, las mayorías no son mas que el engendro resultante de despojar al individuo su capacidad de entendimiento a cambio de una cifra y el bolígrafo propagandístico de cortesía. Giran la correa de España a la derecha o a la izquierda, asignando el triunfo a unos u otros mequetrefes de índole fraterna, sí. Pero no se puede pensar que ellas sean las ejecutoras de la revolución nacional en modo alguno. No habría acción mas torpe, infantil e inadecuada que situar en ellas tal responsabilidad.

El concepto de las mayorías no encuentra sentido si no dentro de las formas de actuación democráticas, fuera de la órbita liberal carecería absolutamente de existencia. Creo que no es necesario volver a argumentar lo que ya hemos denunciado en otros números para tomar como certera la afirmación de que las formas demoliberales ya poco tienen que hacer, están viejas y no saldrá de ellas una solución heroica que de con la justa hora de España.

España necesita más, necesita masas. Un grupo de conciencia creadora que opere en pro de una regeneración nacional, que se afane en la realización de una tarea común, abandonando cada individuo el egoísmo, los intereses personales e individualistas, y colectivamente, con agilidad, pulcritud y disciplina, persigan la implantación no de un partido de limitadas virtudes por cuatro años para cambiarlo por otro igualmente limitado, si no de un orden nuevo, fértil y duradero. Este carácter de novedosa radicalidad en los fines de las masas hace de ellas un nuevo foco de actuación. Las masas son nuevas y solo nacen cuando la aparición de una generación critica y combatiente coincide con las horas subversivas de crisis y de cambio. (Este es el carácter venidero para nuestra época, y por ello debemos estar preparados).

Las masas se movilizan en torno a una figura, una bandera y unos valores que son permanentes y comunes a una estirpe, valores que en ocasiones precisan ser encontrados bajo la ruina moral y degenerativa que cubre a una nación en momentos de descomposición, pero que cuando se encuentran adquieren una fuerza difícilmente alcanzable por otra índole de cosas. Estos valores valen mucho mas que una papeleta ridícula colocada dentro de una ridícula urna de cristal, porque frente a la relatividad, al libre albedrio y a la valida opinión de cualquier lisiado mental, esos valores son la verdad, porque son y serán siempre inmanentes al espíritu nacional. Y como son inmanentes, las masas, aunque al principio se reduzcan a un limitado núcleo de la población, a una minoría, tienen los resortes lícitos de actuación, la justificación de la historia y la amplia razón para obrar y actuar sin la necesidad de ser amparadas bajo la reducción de una cifra engendrada en el escrutinio electoral.

Bien es cierto que a veces nos chocamos de frente con subproductos llamados masas, con gaznápiros aglomerados de borregos que se afanan en defender dogmáticamente aquello que se les dice, incluso la más soberana estupidez. Para distinguir nuestro fértil concepto de masas como conciencia operante en el rumbo histórico de la aglomeración de subnormales, basta poco más que observar si el fin que persiguen esas masas es puramente un fin de ellas surgido, si lo que defienden nace de la angustia nacional y de las necesidades del pueblo o es impartido desde una élite poderosa encasillada en cualquiera de las convencionales instituciones de gobierno.

Así sólo podremos hablar de masa fecundas cuando se presenten en ellas principalmente estas tres características irrevocablemente necesarias;

Acontece pues que la juventud ha de movilizarse por la conquista de las masas, pues si bien, al principio no hallaremos más que un limitadísimo sector de la sociedad, el entusiasmo arrollador de quien se sabe poseedor de la verdad permanente, de quien sabe que el carácter histórico justifica toda acción que emprenda, arrastrará el entusiasmo de núcleos disciplinados y dispuestos a emprender una acción de imperiosa necesidad, para detener el avance de España hacia la final descomposición, dando con épocas de esplendor.

¡No parar hasta conquistar!

 

Isabel Peralta