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Estamos viviendo tiempos revueltos. Tiempos en los que la ineptitud y traición hacia una gran Nación como es España por parte de una clase política es lo acostumbrado, pero a todo esto se ha sumado una situación bastante extraña originada por un virus cuyo origen no se sabe si algún día conoceremos.

El ambiente generalizado también es extraño, apocalíptico. Todos estamos muy, demasiado, informados y como consecuencia la sociedad parece muerta de miedo; Miedo a la enfermedad, miedo a sufrir, miedo a la muerte.

Siendo estos miedos sentimientos muy humanos, cuando ya sobrepasan los límites y se cae en la paranoia, la histeria, la locura, es que algo muy importante falla. Y eso está pasando en la sociedad mundial en general y en la española en particular.

Parece mentira que nuestra Patria haya sido alguna vez esa gran Nación que inspiró hermosas poesías y épicas canciones, relatos e historias de hombres valientes, de héroes, de grandes conquistas en todo el orbe, la que evangelizó gran parte del mundo, en fin, un gran pueblo esclavo de nadie y, como dice la Oda: “NO PUEDE ESCLAVO SER PUEBLO QUE SABE MORIR

De una Nación tan grande surgieron los hombres más valientes y leales a lo largo de muchos siglos y fue en el siglo XX, en su primera mitad, cuando surgió un movimiento fundado por unos de esos grandes hombres, José Antonio Primo de Rivera.

En este movimiento de hombres y pueblos siempre fue el más importante principio, en el que se basaron todos los demás, el de reconocer y proclamar que el “HOMBRE ES PORTADOR DE VALORES ETERNOS“.

Ese movimiento se llamaba y se llama La Falange. y sus valientes seguidores de aquellos tiempos, los falangistas, supieron vivir como tales, como hombres, como españoles, como cristianos – sabían rezar como cruzados y luchar como leones- y por supuesto, sabían morir, dando la cara a la muerte y confiando en un paraíso, y tal y como dijo nuestro fundador:

El Paraíso no es el descanso. El Paraíso está contra el descanso. En el Paraíso no se puede estar tendido; se está verticalmente como los ángeles. Pues bien: nosotros, que ya hemos llevado al camino del Paraíso las vidas de nuestros mejores, queremos un Paraíso difícil, erecto, implacable; un Paraíso donde no se descanse nunca y que tenga, junto a las jambas de las puertas, ángeles con espadas.”