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Desde el principio de los tiempos , los agricultores han sido la piedra angular de la civilización.

Han sido las gentes del campo, dotadas con esa inteligencia natural del que conoce el medio en que vive, los depositarios de las tradiciones y costumbres que conforman la esencia de las Naciones.

Pero con el devenir de la Historia y a medida que los pueblos han ido arrinconando su ser, emborrachados de modernidad y embrutecidos por las clases dirigentes, el resto de la sociedad ha dado en considerarles como algo prescindible.

Desde hace muchas décadas y desde que España entró en la Unión Europea, los agricultores hemos servido de moneda de cambio de los diferentes gobiernos de izquierdas y derechas, que lejos de defender los intereses nacionales han permitido que terceros países decidan sobre las políticas agrarias que hay que aplicar en España y que solo benefician a otros.

Como ocurre en el caso del tomate marroquí frente al tomate murciano o almeriense, la naranja sudafricana frente a nuestra naranja valenciana, o el aceite tunecino frente al oro líquido que producen nuestros olivos, productos de mayor calidad, a los que se exigen unos controles desmesurados, y que se pierden, porque resulta incluso más caro el coste de recolectarlos que el precio que se obtiene por ellos.

En todos estos años, nadie se ha preocupado de dar una salida digna y real a los problemas del campo, no se ha hecho una reestructuración que permita que sea competitivo y sostenible.

Se han limitado a convertir al agricultor en un burócrata que tiene que perder el tiempo de despacho en despacho mendigando subvenciones para paliar su situación, subvenciones que son pan para hoy y hambre para mañana. Ya no le permiten vivir de su trabajo, si no que le pone en manos de la buena o mala voluntad del funcionario de turno para poder mal vivir.

Pero no hemos llegado a esta situación por casualidad, todo esto tiene un fin . Hay varios informes que hablan de que en España hay mucha tierra en manos de pequeños productores y que eso hay que cambiarlo, las grandes corporaciones nos presionan para que utilicemos sus semillas, para que cultivemos esto o lo otro, hay presiones de los fondos de inversión para que nos endeudemos, grandes grupos de inversores interesados en poseer todos los medios de producción, aunque sea a costa del sudor y la sangre de otros.

Así hemos llegado al punto de que muchos hombres han sido arrancados de su tierra porque ya no había futuro, y han pasado a engrosar la población de esas colmenas grises y sin alma en que se han convertido las ciudades.

No hay relevo generacional, y ahora vienen desde la cloaca del  Parlamento español a hablarnos de la España vaciada, del cambio climático, de la economía sostenible.

¡Pura demagogia y pura maldad!, porque como he dicho antes todo obedece a un plan para asesinar al campo y así destruir lo poco que aún conservamos de nuestra identidad.

Les querían callados, abnegados como siempre, pero hoy los  agricultores han dicho basta y se han echado a las calles.

Hoy han demostrado que mantienen el espíritu del hidalgo español que lucha contra la injusticia sean  gigantes o sean molinos. Hoy han sido ellos quienes han dado un paso al frente. Quien tenga honra que les siga porque como decía Cicerón “La agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo, y la ocupación más digna para todo hombre libre “.
 
¡¡¡Arriba el campo!!!
 
 
Carmen Marín