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Categoría: Artículos
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Una vez más se nos convoca a todos al juego de las elecciones. De repente, como un conejo sobresaltado por el ruido de un disparo, comienzan a despertar los profesionales de la política de sus escaños, llenan los titulares de nuestra prensa de promesas utópicas y soluciones irrealizables, comienzan agitadamente a mover sus pulgares, escribiendo en redes ingeniosos chistes contra candidatos de otros partidos, nos gritan enérgicos "¡muera tal cosa!, ¡abajo la otra!", basando sus programas en amenazar a sus vecinos de parlamento, en decir todo aquello que tienen de malo los otros sin darse cuenta de que ni ellos mismos tienen siquiera algo bueno entre sus puntos. Empujan al pueblo a enfrentamientos absurdos, a luchar por el poder, a tomar las riendas de un cambio fantasma, porque el único cambio que se sucederá será el del individuo que habite este ciclo la Moncloa.

 

Y es que cuando llegue al poder Pili o Mili, se darán cuenta después de terminada la semana de campaña, después de quemar 140 millones de euros en parafernalia democrática, de haber dividido un poco más a los españoles y después de haber vestido las calles de nuestra patria con carteles patéticos (algo que está vez no ha sido ni necesario, pues los del 28 de abril aún se conservan intactos), no tienen otra cosa que hacer más que seguir dormitando en las sesiones de parlamento, pues no están capacitados para devolver a España sus destinos, ya que sólo son profesionales de convocar unas elecciones, de asegurar que empiecen a las nueve y acaben a las ocho, de que en las mesas electorales estén sentados los correspondientes cuentavotos y de agotarse en escrutinios.

 

Mientras tanto, haciendo tiempo para las siguientes lecciones, las derechas se dedicarán a mantener los órdenes más injustos, a maquinar complejas cadenas de corruptelas miserables - que ya os digo, si emplearan la misma energía en recuperar para España la grandeza, aquí no se pondría el sol - en olvidarse deliberadamente del pueblo, del trabajador que paga con el sudor de su esfuerzo las francachelas de los diputados, en emplear las propuestas más desabridas y anacrónicas, en agitar la bandera de forma repulsiva, como una simple herramienta para reclutar adeptos, para atraer el voto nacionalista, pero sin importarles nada España.

 

Y las izquierdas que no emplearían técnicas más finas, se dedicarían a parlotear sobre humanismo y libertad como si supiesen lo que ello significa, se construirían los palacetes más ostentosos, intentarían desenterrar algún cadáver, liberarían algún criminal, atacarían vilmente todo lo que suponga una tradición, tirarían por la borda el pasado - lo que les interesa - y contradirían intransigentemente a las derechas. 

 

Así, unos y otros coincidirán en asambleas, en mociones de censura, en debates semejantes a funciones de marionetas, y convertirían el parlamento, esa edificación majestuosa en el mausoleo de la patria. 

 

¿Pero que más dará que ganen las antisociales derechas o las antinacionales izquierdas? ¿En que cambiará nuestra suerte? ¿Ha pasado algo desde las últimas elecciones? Recordad todo ello que se nos dijo hace siete meses, ¿qué ha ocurrido? ¿Qué sucederá este diez de noviembre? Lo único que cambiará será el propietario del culo que viaje de balde por todas las islas del globo hasta las próximas elecciones.

 

Entonces;

¿Vais a tolerar la broma de que cada cuatro años tengamos que acudir con una papeleta para salvar a España y a nuestra Civilización cristiana y occidental? 

 

Aunque triunfara en España la menos dañina de las opciones que se nos ofrecen, vosotros, padres Españoles, aquellos que os levantáis cada madrugada por el pan de vuestros hijos, aquellos que pagáis con vuestros impuestos los festines de los profesionales políticos…

 

Vosotros estudiantes, aquellos a quienes os dicen que la patria no existe y no encontraréis en vuestros libros la grandeza de vuestros antepasados porque han decidido, quienes os forman, arrancar todas esas páginas de nuestra historia, aquellos que no queréis que España siga siendo la taberna y festival de Europa, aquellos que no encontraréis un trabajo serio y digno…

 

Vosotros obreros, que sacrificáis vuestra salud en construir casas que por culpa de los lucros y usuras de nuestros bancos jamás verán dentro una familia, vosotros católicos, a quienes van a decir que Dios ha muerto, pero os exigirán respeto hacia aquellos que precisamente se proclaman sus asesinos…

 

Vosotras mujeres, que os envenenan cada día con las más odiosas de las doctrinas, quienes llegáis cansadas de vuestras oficinas, no veis crecer a vuestros hijos y sólo os queda darles un beso en la tierna frente cuando ellos ya están dormidos…

 

Vosotros, patriotas, buenas gentes nacionales, que vais a ver reducida a la nada nuestra España, que nos obligan a asistir con lágrimas en los ojos a la luenga agonía de la patria sin poder hacer nada…

 

Vosotros, ¿vais a tolerar la broma de que cuatro iluminados con corbata os prometan cosas que no van a cumplir, os distraigan de los grandes destinos que acaso como españoles debiéramos seguir con la charanga del escrutinio, os digan que sois libres mientras ellos mismos saben que la libertad murió a manos del liberalismo, os tranquilicen con propaganda marrana y tibias palabrerías pusilánimes diciendo que os devolverán la paz que un día nos robaron? 

 

Es mucha broma ésta y nosotros, al menos, ya no la toleramos. Y como no la toleramos entre tantos ¡abajo!, nosotros gritamos ¡arriba!, ¡Arriba España!. Gritamos fuerte que España no se va a salvar en el juego de las elecciones, que una papeleta, un simple trozo de papel no va a lograr hacer de parche para los pinchazos de nuestra nación, cada día más deshinchada por obra de quienes la conducen. Y por esto mismo no acataremos el resultado de las elecciones. No nos apetece asistir de brazos cruzados al suicido de Nuestra España, y nos importa bien poco quienes se nos declaran como enemigos; España recobrará el timón de sus grandes destinos, recuperará la unidad y la armonía, la justicia, la fuerza, la belleza y la libertad.

 

Aún los cautos, los escépticos, esbozarán una sonrisa al leer esto. Pensarán que no somos más que cuatro gatos sin dos duros ni un sitio donde caernos muertos (porque se les olvida que nosotros hemos caído muertos por todos los rincones de España). Nos dirán que no se pueden arreglar las cosas solamente con el entusiasmo de unos pocos. Pero yo os digo que los cautos y los escépticos se han equivocado siempre, que la fe es la única capaz de remover montañas y que si el entusiasmo de estos cuatro gatos se desborda arrastrará con él a todos aquellos que amparados en sus años y su experiencia pretenden robarnos el mañana, un mañana... ¡que nos pertenece!

 

Isabel Medina