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Como si de una película de terror se tratase, nuestra nación se ha convertido en el mejor escenario de rodaje, en el que el director, guionista y productor son, sin duda, la misma persona. En la que no hay efectos especiales y siendo, por desgracia, nuestras mujeres las protagonistas de tan macabra producción.

España está sumida en una vorágine de crímenes, permitidos todos ellos por el Sistema imperante. El aborto, ese acto macabro que, unas veces por ausencia de valores y otras por desinformación o mala información, las madres se ven abocadas a realizar...el de asesinar a su propio hijo. Un martirio que nunca desaparece ni física ni psicológicamente.

Un acto ruin, cobarde, despreciable...cualquier adjetivo se queda corto, pero seamos realistas, la culpa no es de la mujer, mujer española, es importante recalcar.
En una nación donde no existen prácticamente ayudas a la natalidad y dónde se persigue a la familia tradicional terminan por suceder estas cosas. Eso sí, recordemos, únicamente a la mujer española. No seamos cínicos, ya que las ayudas que no reciben nuestras compatriotas si son recibidas, gracias al Sistema, por mujeres que poco o nada tienen que ver con nuestra cultura y tradiciones.

Esta situación no es nueva, es un genocidio que se lleva tramando desde hace mucho tiempo, pero ahora es cuando se empiezan a ver las terribles consecuencias. La familia tradicional española está en extinción, mientras las familias de otras culturas cada vez son más numerosas.

Se ha dejado de creer en la familia tradicional porque se lleva años inculcando a la sociedad, desde las altas esferas, maldades sobre ella, además de fomentar el libertinaje y la desinhibición. Todo ello bajo el paraguas de los enemigos de la patria, de todos conocidos, con oscuros intereses.

En una nación donde los recursos van a las manos de los foráneos que nunca han cotizado, termina por desalentar a cualquier persona de bien, pero no es excusa para seguir permitiendo ese desastre. Hay que ser inasequible al desaliento, jamás se debe ni se puede permitir abandonar unos valores, que, en nuestro caso, son eternos. Y menos aún, seguir permitiendo que la mujer, la esposa, la madre, la que la que da la vida al ser, siga sufriendo en soledad este martirio. Ya que una mujer puede elegir, según las circunstancias, al hombre con quién compartir el futuro, sea o no el padre biológico, pero jamás la vida de su hijo.

Como dijo Ezra Pound: "Si un hombre no está dispuesto a arriesgarse por sus ideas, o no valen nada sus ideas, o no vale nada el hombre."

 

Ví­ctor Raúl