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Se ha puesto muy de moda, desde hace ya tiempo, eso de la "reconciliación nacional". Casi siempre, los que proponen la reconciliación son los que primero nos han metido un dedo en un ojo. Primero te agredo, te humillo, intento acabar contigo, y después, si no lo consigo, propongo que nos reconciliemos. Es una estrategia que, no me lo negarán, encierra una miseria moral que espanta.

 

 

 

Ahora todos quieren la reconciliación. Los separatistas catalanes quieren reconciliarse con el resto de España; ya lo ha dicho esta semana Artur Mas, "tenemos afecto por España", pero, ¡ay!, lástima, no confiamos en el Estado. Reconciliémonos, pues, pero eso sí, con la independencia por delante. Primero rompemos la nación más antigua de Europa, y después nos reconciliamos. 

 

 

Otros que quieren siempre la reconciliación son los demócratas de carnet. Ya saben, los que te endiñan una conferencia sobre la importancia de vivir en democracia aunque sólo les hayas preguntado la hora. Son los que andan estos días pidiendo que se ilegalice a todos los partidos que estén a la derecha del PP, o sea, a todos los partidos patriotas y nacionales. A todos los partidos que no comulguen con el chiringuito montado para mayor gloria de los beneficiarios del sistema. Esos, los ilegalizadores, también quieren que nos reconciliemos. 

 

 

Y nos faltaban los asesinos de ETA, que ya han llegado al mismo punto: a la reconciliación nacional. Faltaría más, por supuesto. En un comunicado hecho público ayer en el diario Gara, los terroristas, después de dejar claro que no piensan entregar las armas (como creían algunos incautos) y que no se arrepienten de los casi mil asesinatos que han cometido, llaman a la reconciliación nacional para, y abro comillas, "restañar heridas en el País Vasco". Restañar heridas, dicen los asesinos. 

 

 

Éstos son los que, según el PSOE y el PP, están acabados. Los que no iban a volver a matar. Los que encontraron una vía política y demócratica (ya saben, la palabra clave) de representación del pueblo vasco y por tanto rechazaban la violencia. Éstos son los que, gracias a los votos mayoritarios de socialistas y populares, se han metido en las instituciones públicas, con nuestro dinero, para tener acceso a los censos y así podernos matar más cómodamente. Éstos también quieren la reconciliación.

 

 

Mientras tanto, los que vemos nuestra amada patria hecha jirones, convertida en un solar para prostíbulos, atacada y sin defensa, en manos de sus peores enemigos y con un futuro no ya incierto, sino evidentemente apocalíptico, somos señalados con el dedo porque no queremos ESA reconciliación. Porque esa paz ignominiosa que nos ofrecen quienes viven en la inmoralidad nos apesta y nos repugna. Porque esa reconciliación, la de los etarras, la de los separatistas, y la de los demócratas de carnet, está construida sobre la traición a España y a nuestros antepasados. 

 

 

Todos ellos, los que desean que nos reconciliemos, coinciden en lo fundamental: quieren ver a España rota, muerta y enterrada. Ven en los colores de nuestra bandera el triunfo del fascismo, y son incapaces de salir del rencor de haber perdido una guerra, una guerra que, por cierto, como muy bien dijo Miguel Ayuso (insultado esta semana por el diario El País) fue una verdadera cruzada contra el mal. Una cruzada de salvación nacional. 

 

 

Pero ya lo ven: los malos somos nosotros. Los que pensamos que ha habido una banda de matones, asesinos terroristas que, montados en su odio a España y aprovechando la tibieza del PP y la maldad del PSOE, han matado lo que han querido y se han reído de las familias de las víctimas. Se han reído, y se siguen riendo. Porque son ellos los que han ganado, y no nosotros. Porque son ellos los que están escribiendo la Historia que conocerán las generaciones de mañana.

 

 Así pues, reconciliémonos, sí. Hagamos borrón y cuenta nueva. Echemos en el baúl del olvido el dolor de cientos, de miles de españoles de bien. Convirtamos el heroísmo y la sangre pródiga de los guardias civiles, militares y policías que han muerto a manos de estas alimañas en una vergonzante almoneda. Entreguemos la cabeza de España en bandeja de plata a los separatistas para que estén contentos y, de paso, nos sigan robando nuestro dinero. Y dejemos que la rojambre que estuvo a punto de convertirnos en un satélite del comunismo ruso sea la que decida ahora lo que está bien y lo que está mal. Porque el objetivo es reconciliarnos, y reconciliados estamos todos más guapos.

 

 

Van quedando ya pocas trincheras. Cada vez menos. Permítanme el lenguaje un poco bélico, que en absoluto pretende abandonar el terreno de las palabras y de las ideas. Pero se lo he dicho en alguna ocasión: mientras que aquí estemos, este micrófono libre de Radio Inter se va a seguir alzando contra la mentira de lo políticamente correcto, contra la mentira del sistema. Este micrófono seguirá abierto para que ustedes hablen, y para que entre algunos, quizá entre unos pocos, seamos capaces de quitarnos la venda y quitársela a más de uno. Para construir, para regenerar, para que algún día, a lo mejor cuando consigamos salvar a España de su carcoma, podamos salir a la calle y sentirnos orgullosos de haber nacido.

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presentador de Sencillamente Radio

 

Rafael Nieto es el director del programa de debate “Sencillamente Radio” de Radio Inter de Madrid (programa que se emite todos los domingos de 08:30 a 11:30 horas en esa emisora en el 918 de AM, Internet: http://www.intereconomia.com/oir-radio-inter ), y en el que participan habitualmente distintos militantes del Sindicato TNS.

Esta que acabáis de leer es uno de sus editoriales en ese programa

Todos sus editoriales los podéis encontrar en el siguiente enlace de nuestro foro TNS http://tns.mforos.com/1022048/10861765-editoriales-de-rafael-nieto-en-sencillamente-radio/

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