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Categoría: Artículos
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He comentado en más de una ocasión en este programa que el tema del terrorismo y del separatismo nacionalista vasco y catalán son muy importantes en la medida en que reflejan a la perfección el tipo de país que es España, y el tipo de políticos que componen lo que algunos llamamos "la casta". Hay dos palabras que define el comportamiento moral de nuestros dirigentes al respecto: la indignidad y la cobardía. Y desde la indignidad y la cobardía pocas cosas buenas se pueden hacer para sacar a un pueblo adelante. Desde la indignidad y la cobardía nada decente se puede construir. Sin una radical regeneración moral nuestro futuro seguirá siendo tan negro como el presente.

 

 

Por eso, no es casual que vivamos una crisis asfixiante en la que cada vez pagamos más impuestos para mantener a unos pocos aprovechados del Sistema. No es casual, ni mucho menos, que la corrupción no sólo no disminuya, sino que aumente. No lo es que tengamos un Gobierno atolondrado y en KO técnico, una oposición inexistente y unos cuantos partidos parlamentarios perfectamente prescindibles. No es casual que los españoles seamos cada vez más pobres, estemos más indefensos, tengamos menos esperanzas, hayamos tocado fondo. Todo esto, la España de hoy, tiene una explicación lógica: la indignidad y la cobardía con la que la casta lleva el timón del país.

 

¿Qué podemos pensar y cómo podemos definir la imagen de un asesino etarra, un miserable que ha matado a siete personas inocentes (entre ellas, el dirigente popular Gregorio Ordoñez y el socialista Fernando Múgica) paseando por las calles de Lodosa, en Navarra? Ha disfrutado de un permiso, al parecer, de tres días por un presunto arrepentimiento que consiste, según informan fuentes antiterroristas, en reconocer el daño causado y rechazar la violencia. Gracias a esa simpleza inútil, y a presentarse en el cuartelillo de la Guardia Civil a echar una firma, este individuo ha disfrutado de unos días de vida en libertad. La vida que él arrancó conscientemente a sus siete víctimas inocentes, sin contar otros atentados en los que haya podido colaborar dicha sanguijuela.

 

Dense cuenta de la atrocidad que esto supone. El asesino Valentín Lasarte no ha tenido que condenar a ETA ni sus atentados. No ha tenido ni siquiera que pedir perdón a sus víctimas. No se le ha exigido que colabore en la resolución al menos de los atentados en los que personalmente ha participado. No ha protagonizado el menor acto de reparación (si es que cabe reparación) en los execrables crímenes que libre y conscientemente cometió. Nada de eso se le ha exigido, y sin embargo, ha disfrutado de la libertad que no merece. Porque este asesino miserable lo único que puede merecer son dos cosas: la cadena perpetua y la Justicia de Dios. Que es la única de la que podemos fiarnos.

 

Una clase política que permite esta aberración, un ministro del Interior que da luz verde a este dislate, un Gobierno que no impide un atropello de semejante gravedad, actúan indudablemente movidos por la indignidad y la cobardía. Mientras Bolinaga gana peso a base de vinos y pinchos, las familias lloran a sus muertos y llevan flores al cementerio. Mientras De Juana y Tercera celebran juntos, en algún lugar quizá no muy lejano, la ineptitud de la casta política española, las familias de sus víctimas rezan, ponen velas y toman ansiolíticos para poder dormir un poco por las noches. Mientras el asesino Lasarte pasea a un bebé en su carrito por Lodosa, los padres y hermanos de Gregorio Ordoñez, de Múgica Herzog y de las otras cinco víctimas mortales esperan que se haga Justicia. Una Justicia sencillamente imposible mientras sigamos como hasta ahora.

 

De manera que perdemos el tiempo y la razón pensando que saldremos de esta crisis por la gracia de doña Angela Merkel. Nos engañamos creyendo que es una cuestión de que nos bajen los impuestos, nos suban las pensiones y actualicen el sueldo de los funcionarios. Eso serán solamente "parches" que llegarán solos cuando disminuya la deuda nacional. La revolución pendiente no es política, sino moral. Se engañan gravemente quienes imaginan un mayo francés o una toma de la Bastilla para arreglar el panorama. Ni mucho menos. La revolución será moral o no será; si triunfa, tendremos un futuro esperanzador. Si fracasa o ni siquiera empieza, tendremos más de lo mismo: cobardía e indignidad.

 

España ha tenido en su Historia grandes estadistas, primero como regalo de la Providencia, pero también porque España tenía una misión universal que cumplir. Entonces, las grandes gestas que nos convirtieron en la envidia de otros pueblos iban acompañadas de un sentido trascendente de la existencia. Sólo iluminados por la Fe de Cristo Rey hemos sido una nación fuerte e invencible, una nación que distinguía entre el Bien y el Mal, y era generosa con los mejores e implacable con los mezquinos. Hoy, ahogados en el relativismo progre, somos una triste sombra de aquel pasado glorioso. Y nos arrastramos por la Historia, ondeando la bandera del buenismo zapateril que es la única que ya nos queda.

 

Rafael Nieto es el director del programa de debate “Sencillamente Radio” de Radio Inter de Madrid (programa que se emite todos los domingos de 08:30 a 11:30 horas en esa emisora en el 918 de AM, Internet: www.radiointer.com ), y en el que participan habitualmente distintos militantes del Sindicato TNS.

 

Todos sus editoriales los podéis encontrar en el siguiente enlace de nuestro foro TNS :

 

http://tns.mforos.com/1022048/10861765-editoriales-de-rafael-nieto-en-sencillamente-radio/