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Allá por el siglo XII el teólogo y filósofo Bernardo de Chartres escribió "Somos enanos a hombros de gigantes". El importante sociólogo de la ciencia, Robert Merton, creador de conceptos que terminaron convirtiéndose en auténticas categorías de análisis, tal como el de “profecía autocumplida", escribió durante sus últimos años de vida un libro dedicado en exclusiva al estudio del origen y la historia de la frase en cuestión.

 

“A hombros de gigantes” se puede interpretar como que no hay una nueva idea que no tenga otra detrás que la sostiene o que posibilita su formulación. O también: que si se quiere avanzar es necesario aprovechar los pensamientos ya consolidados en el pasado. El primer significado es una constatación de cómo se da el progreso del pensamiento humano; el segundo, una recomendación para quienes intentan realizar su aportación personal. A mí me sugiere algunas reflexiones más. La versión más antigua, la de Bernardo, aquel monje del siglo XII, nos habla de nuestra baja estatura. Somos seres intelectualmente pequeños, pero no por ello incapaces de tener ideas nuevas. La condición para que esto ocurra podría ser justamente la humildad que nos lleva a reconocer que, como se suele decir, “la fiesta no comienza cuando nosotros llegamos”; que muchas de las cosas propuestas como novísimos hallazgos, detrás de un lenguaje más moderno o tecnologizado, esconden pensamientos o teorías ya formuladas desde hace tiempo.

 

Desde que Isaac Newton justificara, con modestia, sus éxitos científicos con aquella frase (“si he podido ver un poco más lejos es porque iba subido a hombros de gigantes”), la expresión se ha convertido en una referencia obligada para aludir al carácter cooperativo y acumulativo de cada avance. Todo buen ideólogo sabe que sus éxitos son siempre la culminación del trabajo de muchos otros camaradas, actuales y del pasado. La paradoja reside en que, mientras todo el mundo sabe reconocer los méritos de Newton, nadie recuerda los nombres de aquellos gigantes a cuyos hombros él se había subido para conseguir sus propios éxitos.

 

Ésta es nuestra realidad. Por cada artículo que se publica en una revista del área y que recibe el reconocimiento de diez camaradas que lo citan, hay por lo menos otros cien que pasan desapercibidos. Para nosotros hay una legión de anónimos maestros que primero alentaron y compartieron su verdad y comenzaron a cambiar nuestra sociedad, o al menos lo intentaron. Todos ellos desaparecen de la escena cuando nosotros sus pupilos publicamos nuestros artículos. Pero ellos son los gigantes anónimos a cuyos hombros nos subimos para así intentar, como ellos hicieron, ver más allá para que con nuestra cosmovisión poder labrar un futuro muy distinto al que la propia sociedad -ayudada por la casta política y la desidia- se está forjando.

 

No son pocas las personas que intentan acercarse al movimiento y que leyendo revistas como Verbo y Acción o blogs de destacados ideólogos se dan cuenta de que la verdad no se encuentra "ahí fuera" sino en textos secuestrados por el Estado, mentiras vertidas por los medios de información y el ataque constante del sistema que, temeroso de nuestras soluciones, nos acusa precisamente de eso, de estar "subidos a hombros de gigantes".

 

No puedo evitar pensar en personajes relevantes de nuestra historia reciente que dejaron su vida en el camino, y no por encontrarme anclado al pasado, sino porque ellos son los gigantes que me sirvieron de apoyo.

 

En los últimos treinta años hemos tenido que asistir atónitos al hecho de que el neoliberalismo intentara borrar de los cerebros españoles su pasado más reciente a golpe de cambiar nombres de calles, quitar estatuas y mentir sobre unas circunstancias que cualquiera podría verificar en un libro de historia, de no haber sido porque ellos mismos manipularon esos libros.

 

No deja de ser curioso que la frase "El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla" y que ya forma parte del adagio popular, repose ahora en el antiguo campo de Auschwitz para recordar lo que se dio en llamar el holocausto judío y que esos mismos que nos dejaron en manos de ellos la hayan utilizado y la sigan utilizando para borrar sus errores del pasado y aquellas gestas heroicas que los dejarían en ridículo.

 

Ni puedo ni quiero dejar de estudiar el pasado y escribir sobre los héroes que levantaron España y en cuyos hombros me subo para poder escribir, cada artículo, cada reflexión y cada visión que lanzo al futuro. Creo que así lo han podido ver los lectores de "Verbo y Acción" y otros medios con los que he colaborado y quiero que así se vea siempre.

 

Esta es mi forma de luchar y de intentar hacer que la gente despierte de este letargo en el que se encuentran sumergidos. Luchar es levantarse cada mañana y lanzar al aire las reflexiones que impiden avanzar a este sistema, escribirlas y esperar a que la gente al oírlas despierten y si no seguir gritándolas.

 

Vivimos en un sistema cuya única solución es tirarlo abajo y volverlo a levantar de cero. Somos muchos los que nos sentimos así, fuera de él, intentando dar la patada que lo derrumbe y caiga junto con los enemigos de la Patria. Vivimos en un sistema que nos vapulea, miente y ataca sin pensar que España se está rompiendo en mil pedazos.

 

 

 

Gracias a todos los que leéis no sólo lo que yo escribo sino todo lo que tiene algo que decir de nuestra tierra porque gracias a vosotros seguiremos en nuestros hombros de gigantes para poder cambiar el mundo.

 

 

 

Antonio de la Peña