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DIEZ DETENIDOS EN LOS REGISTROS POR LAS FACTURAS DE UGT SOBRE FORMACIÓN

La Guardia Civil durante uno de los registros de las presuntas facturas falsas en los cursos de formación.EFE

 

Mientras el Ayuntamiento de Valladolid estudia la demolición del monumento en memoria de uno de los padres fundadores y líder agrario falangista, Onésimo Redondo, por aquello de cumplir y hacer cumplir la Ley de Memoria Histórica, con el silencio cómplice incluso de organizaciones católicas que le tuvieron por hombre visionario y miembro honorífico (caso de la Asociación Católica de Propagandistas), en Andalucía, la infausta ley de Zapatero se deja de homenajes y monumentos y va  a la raíz del problema: la destrucción de cualquier vestigio de lo que podía ser una España grande y la dedicación a tiempo completo a la rapiña del Estado. Han sido los socialistas de la Junta, han sido los sindicatos obreros de izquierda, CCOO y UGT, muchos empresarios y algún que otro religioso. Todos puestos en el empeño de comerse o llevarse a casa esos miles de millones de euros llegados de Europa para formar desempleados.


 Los socialistas, tan por la labor de llevar la contraria a la derecha liberal en eso de que la Administración no tiene que crear puestos de trabajo, que tienen que ser los particulares. Esos que se adjudican la creación de cualquier obra significativa del Estado de bienestar, olvidando que fueron los Girón de Velasco y los Narciso Perales los que lo construyeron y pusieron en marcha, para no caer en hacerle el juego a la derecha y empezar a crear empleo público, decidieron que era mucho más fructífero para sus bolsillos el organizar cursos de formación para parados. El dinero llega de Europa y se canaliza a través de las Comunidades Autónomas para pagar a los profesores y el material empleado por las empresas de formación de los amiguetes y dar a los parados la oportunidad de reorientar sus currículums y salir al mercado laboral a ganarse la vida. Un sumidero con infinitas formas de trampear el fin para el que fueron otorgados esos fondos.

 Puestos a despilfarrar, puestos a firmar peonadas, ¿qué hubiese pasado si ese dinero se hubiese empleado por parte de la Junta en crear en los municipios de la Andalucía agraria cooperativas municipales que hubiesen dado puestos de empleo y evitado el éxodo masivo de los jóvenes andaluces? ¿si se hubiesen utilizado para la creación de parques industriales y tecnológicos? No, era mucho más efectivo enseñar a los parados de Fuengirola las virtudes del programa Lotus, cómo se formatea un disquete o la forma correcta de poner un gin tonic.

 Si las comadrejas responsables de este fraude hubiesen caído en manos de Onésimo, de Girón de Velasco o de Narciso Perales, entre otros, sin duda hubiesen sido fusilados al amanecer. Igual por eso es necesario borrar cualquier vestigio de su paso por la Historia, no vaya a ser que cunda el ejemplo.
 
Ese sindicalismo chapero que se lucra del sudor y la penuria del trabajador, que se engolfa con el empresariado pirata que, lejos de producir, cumplir una misión social y enriquecer la patria, busca sólo el dinero fácil que proporciona un país con leyes de casino flotante, tendría que morir decapitado por la hoz del agricultor o a golpes por el martillo del taller. Pero ahí está, impertérrito, protegido por la manta clientelar que ha tejido durante cuarenta años de dictadura constitucional.