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Categoría: Artículos
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Ayer murió Bolinaga. Nada que celebrar. Ha muerto en su casa, rodeado de los suyos. Sus tres asesinatos probados y el secuestro de Ortega Lara le han salido muy baratos. Morirnos, nos morimos todos, y todos tenemos familiares, amigos y enemigos. Siempre habrá alguno de estos últimos dispuesto a descorchar una botellita el día que doblemos. Nada que celebrar, por tanto. En todo caso...mucho que lamentar. 


Hace unos días echaron en la Paramount "El Lobo", una película sobre la infiltración de la Policía en la estructura de ETA entre los años 1973 y 1975 y basada en la actuación de Mikel Lejarza. Al final de la película hay una serie de diálogos interesantes entre Eduardo Noriega, Lejarza, y José Coronado, el policía franquista que ya tiene hecha su apuesta sobre lo que ha de venir con la Ley de Partidos Políticos y la apertura democrática. Viene a decir Coronado, ante la insistencia de Lejarza por que no se cierre la operación hasta que no caigan los líderes de la banda, que para conducir la democracia será buena una pequeña dosis de miedo en la sociedad, que ETA tiene que hacer su trabajo para que ellos, la Policía, puedan seguir haciendo el suyo. Ante tan repulsiva respuesta, Lejarza contesta: "¿Y para esta mierda me he jugado yo la vida?". Cuento esto porque confirma mi teoría de que ETA es parte del sistema, tan española como las cañas del aperitivo. Viendo la actuación de nuestros políticos en el caso Bolinaga, y en otros más, uno se da cuenta de la orquestación diabólica de todo este asunto. Sin pretenderlo, la película nos opone dos modelos a la hora de tratar el terrorismo: el modelo democrático y el modelo efectivo.
Nuestros políticos se llenan la boca asegurando que la unidad de los demócratas ha traído la victoria sobre la banda ETA pero ningún español con dos neuronas en funcionamiento tiene esa dulce sensación de la victoria. Es una amarga victoria, una pírrica victoria o, sin hacer más juegos lingüísticos, una sonada derrota. La muerte de Josu Bolinaga no causa alegría, insisto: causa decepción, causa vergüenza y cierta náusea. Nos pone frente al espejo de nuestra incapacidad para hacer frente a esos enemigos de España que, como Coronado en la película referida, han hecho correr sangre de españoles para garantizar su sistema democrático.

 
Los últimos dos años y medio de Josu Bolinaga, el hombre que mató a tres guardias civiles y mostró sus cualidades de alimaña perpetrando el secuestro de Ortega Lara, han sido un retiro dorado en su Guipuzcoa del alma, un pago a los servicios prestados. Los homenajes como gudari que quedan por delante, las encendidas palabras de elogio y crítica hacia una vida dedicada al crimen de nuestros representantes políticos de Bildu, del PP, el PSOE o IU, serán sólo un acto más de esta mascarada política que llamamos Estado de derecho. La muerte de Josu Bolinaga entre txacolí y lágrimas no cierra nada pero permitirá dormir tranquilos a los que diseñaron la estrategia política de su liberación porque les ahorrará la crítica de los españolitos que se preguntaban diariamente si aún seguía vivo.

 
Hoy suena más fuerte todavía en mi cabeza la frase final de Lejarza en la película: "¿Y para esta mierda me he jugado yo la vida?".

 

Juan Manuel Pozuelo