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Categoría: Artículos
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Para que tengan Vds. claras mis cartas desde el principio, yo no soy Charlie Hebdo. Les he hablado en este programa muchas veces de la exigencia de responsabilidad en un periodista. Los que nos sentimos orgullosos de pertenecer a esta profesión somos los que más cuidamos los límites de la libertad de expresión, que nunca puede ser un derecho absoluto. Son precisamente la escoria de la profesión, los que usan este oficio para medrar o alcanzar notoriedad, los que pretenden convertir en absolutos derechos que, siendo importantes, necesariamente deben tener límites. 

 

 

La blasfemia no puede estar amparada por el derecho a la libertad de expresión. Y no sólo la blasfemia contra Mahoma; tampoco la que se comete contra otras religiones. Charlie Hebdo hizo caricaturas en portada impresentables contra los católicos: la Santísima Trinidad en un coito sodomita. Los cardenales del cónclave haciendo una orgía homosexual. La diferencia es que los pocos católicos que nos enfadamos por estas cosas, simplemente protestamos verbalmente. Pero es una indecencia invocar el derecho a la libertad de expresión cuando uno está atacando los sentimientos más nobles de las personas. 

 

Dicho esto, evidentemente nadie merece ser asesinado por hacer una caricatura, ni por ninguna otra razón. Toda vida humana es sagrada, y por tanto no hay excusas para matar. El que empuña un arma para defender un derecho pierde cualquier legitimidad para poder hacerlo. Los asesinatos del pasado miércoles son absolutamente injustificables.

 

El debate periodístico, pues, es independiente, del problema del terrorismo islamista. Un problema que Occidente viene tapando, escondiendo, y que no sabe cómo resolver, porque es un problema de civilización. Nosotros, Europa, la cristiandad, hemos cambiado nuestra Fe por la ley. Ellos, no. Esa diferencia sustancial, que hace casi imposible un entendimiento en igualdad de condiciones, no se ha sabido resolver todavía. Y la vieja Europa se limita a esperar el siguiente atentado y a responder como ha hecho Francia estos días: con una policía sin complejos y una sociedad profundamente dividida sobre el tema.

 

Benedicto XVI en su brillante discurso de Ratisbona, en septiembre de 2006, y Oriana Fallaci en su imprescindible trilogía sobre el terrorismo islamista son las dos fuentes en las que debemos beber para dar con la raíz del problema. El Islam debe hacer mucho más que hasta ahora para demostrar al mundo libre que no quiere entre sus filas a los terroristas. Para demostrarlo, en el caso de que pueda demostrarlo, porque hasta ahora nada o casi nada ha habido al respecto.

 

Como decía el Papa sabio en la ciudad alemana, "Dios no se complace con la sangre; no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios". Al contrario de lo que piensan muchos ateos indocumentados, el catolicismo está alumbrado por la fuerza de la razón, del Logos, de la palabra, que es el mismo Dios. Sin embargo, lo que hemos visto estos días en París es, además de un acto de una crueldad inhumana, profundamente irracional. Ningún hombre puede cometer un crimen tan abyecto invocando el nombre de Dios, incluso aunque pudiera estar escrito en su libro de referencia.

 

¿Se puede combatir una amenaza como ésta sólo con medios policiales? ¿Se puede defender la sociedad occidental de un enemigo que está dispuesto a morir matando?, ¿se puede luchar con tipos como los hermanos Kouachi, que cuando salieron de su casa en dirección al semanario parisino sabían que nunca regresarían vivos, porque asumían que iban a la guerra santa? Permítanme que lo dude. 

 

Mientras el miedo siga siendo el principal criterio de actuación de los dirigente políticos en este asunto, seguiremos enterrando a inocentes. Madrid, Londres, París..., ya han sufrido de manera terrible el azote del terror islamista, y no parece que hayan aprendido ninguna lección. No, al menos, lecciones prácticas. Las palabritas valen muy poco en esto. Los discursos suenan a hueco. La gente quiere soluciones, y los partidos tradicionales no las tienen. Lo único que nos proponen es tener confianza en que no volverá a suceder.

 

No, no somos Charlie Hebdo. No creemos en el derecho a la blasfemia. No creemos que haya derechos absolutos, ni siquiera el de libertad de expresión (y esto se lo dice un periodista). Pero, de la misma manera, consideramos que la cobardía y el miedo de Occidente son los principales culpables de los peores enemigos de nuestra civilización. La tercera guerra ha comenzado, y algunos siguen sin querer enterarse.

 

Y les pregunto: ¿temen que España pueda volver a estar en el punto de mira de los yihadistas, a pesar de las palabras tranquilizadoras de los miembros del Gobierno?

 

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Rafael Nieto es el director del programa de debate “Sencillamente Radio” de Radio Inter de Madrid (programa que se emite todos los domingos de 08:30 a 11:30 horas en esa emisora en el 918 de AM, 93,50 de FM e Internet: http://www.gaceta.es/oir-radio-inter ), y en el que participan habitualmente distintos militantes del Sindicato TNS.