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Categoría: Artículos
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Por podemita se conoce, en la nueva terminología política, no al dirigente, afiliado o simpatizante de la formación de los círculos si no, más bien, al que, no pensando votarles ni simpatizando con sus postulados ideológicos, no ve inconveniente en que estos lleguen a gobernar o, incluso, llega a dibujar una sonrisa en la cara al pensar que pueda darse esta circunstancia.

 

 


En el corazón del podemita anida el odio al Partido Popular, un rencor descarnado que no llega a ocultar ni cuando, para hacer que equilibra las fuerzas de la balanza, añade alguna crítica menor hacia el PSOE. En realidad se trata de agentes de la izquierda, gente odiosa de la peor calaña, revolucionarios que desean únicamente que todo reviente, que el Estado del bienestar se descomponga y reine la anarquía, sin un plan de futuro y siempre dispuestos a la gresca con tal de que los "niñatos" del PP pierdan su escaño o su privilegio.

 


Lo reconozco: soy un podemita.

 


Y, no, no me gusta Pablo Iglesias, Errejón me parece un listillo, su concepción de España la vengo combatiendo desde hace décadas y no les votaría ni aunque fuesen el único partido que se presentase a las elecciones. Pero no puedo evitar que se me dibuje una sonrisa en la cara cuando pienso en que puedan ganar unas elecciones, y eso a pesar de la "no campaña" en contra que les están haciendo los medios del sistema y sus terminales políticas en la calle Génova y Ferraz.

 


Desde el punto de vista de alguien situado en esta democracia en la que no creo no deja de ser un partido más, con todas las bendiciones para poder ganar unas elecciones. No sé dónde agarraron el berrinche los que piden a gritos que pierda, se disuelvan o se ilegalice. Tampoco, a la vista de lo que han sido estos casi cuarenta años de democracia, en qué puede ser peor que los partidos que han gobernado desde entonces, esos dos (que fueron tres o cuatro y se quedaron en dos para siempre) que se han comido un Estado entero en orgías de privatizaciones, recortes, autonomías, sueldos millonarios, derroche a manta, ladrillazos y tarjetas negras; los que han asesinado a todo un pueblo con políticas genocidas de aborto, los que han dejado un país de viejos en el que cabe decir que no es país para viejos porque se han comido sus pensiones; en qué puede ser peor la España de Podemos que la España democráticamente gobernada por gobiernos extranjeros, por socios europeos que nos han convertido en los camareros de Europa, por tratados militares que nos dirigen al Ejército en misiones fuera pero que no mueven un dedo cuando un moro pone una bandera marroquí en Perejil o un británico roba suelo español en Gibraltar; por qué es peor su dinero venido desde Venezuela que el que salió de los bolsillos de los españoles y de sus ahorros para pagar la fiesta de la democracia, para financiar sus gilipolleces y campañas a coste cero, sin pagar un duro en intereses, gratis total; en qué son peores sus maricones, sus inmigrantes ilegales y sus corruptos que los maricones, inmigrantes ilegales y corruptos del PP y del PSOE; cuánto peor será su ataque a la fe, sus quemas de iglesias, curas y monjas que los perpetrados contra la fe por los demócratas de pedigrí, incluidos curas, mojas y CEE, todos muy modernos, muy demócratas y muy traidores (estoy generalizando, claro).

 

 
No, no me da miedo Podemos. Sólo son una parte más del sistema liberal que nos ha podrido por dentro y por fuera. Seguiré haciendo frente a éste, gobierne Podemos, el PSOE o el PP, pero no puedo dejar de esbozar una sonrisa cuando a las nenazas del sistema les tiemblan las canillas ante la llegada del lobo que han dejado ellos suelto entre las ovejas.

 

Juan Manuel Pozuelo