Quienes me conocen saben que no soy un periodista impulsivo. No soy una persona impulsiva. No me gusta prejuzgar, no me gusta equivocarme con un juicio precipitado. Me gusta analizar, comprobar y tener una opinión formada sobre las cosas después de dedicar un tiempo a meditarlas. Es mi forma de entender la vida y mi manera de ser periodista. Aborrezco a los periodistas irresponsables, y me espanta esa forma de ejercer la profesión que consiste en soltar cualquier burrada creyendo que uno tiene derecho a ello gracias al artículo 20 de la Constitución. Conmigo que no cuenten para defender ese "periodismo".
Por eso me di unos días con el fin de saber cómo evolucionaría el escándalo de las tarjetas opacas de Caja Madrid y Bankia tras su estallido en la prensa escrita. Lo que ha ocurrido en este tiempo es que algunos han devuelto el dinero que gastaron indebidamente, otros han comparecido ante los tribunales para dar explicaciones, y alguno incluso, Miguel Blesa, ha asumido el embargo de sus bienes al no poder asumir una fianza de 16 millones de euros. Del resto no sabemos nada; hemos de suponer que unos devolverán algo y que otros se harán los despistados, y a otra cosa.
Pero lo que me interesa más de este asunto es el trasfondo de corrupción moral que encierra. Cómo la casta política, empresarial y sindical del sistema ha creado un mundo paralelo, un mundo de ventajas, privilegios, regalos y créditos que no hay que devolver, sólo para sus miembros, casi siempre pagado con dinero público, o sea, pagado con los impuestos, con el sacrificio, con la pobreza, con el hambre de las clases medias de este país, cada día más empobrecidas y menesterosas. A pocos metros de la Audiencia Nacional, a donde acudieron Blesa y Rato, se agolparon varias decenas de ciudadanos afectados por la estafa de las preferentes. Para ellos no hay Justicia.
Esos miembros de la casta que desde el mismo día en que se subieron al coche oficial, tienen casa gratis, vuelos gratis, hoteles, comidas y vacaciones gratis, sueldazos de infarto, comisiones a gogó, cohechos más o menos legales y otros que no lo son tanto, además de la mirada siempre comprensiva de la mayoría de los jueces, ven pasar a su lado a la España real, trabajadora, a la que paga su IRPF más cabreada que una mona porque sabe que, sin la menor duda, su dinero va a ir a parar, al menos en parte, al sostenimiento de este monumental chiringuito. Padres de familia desesperados porque tienen que elegir entre comer o seguir manteniendo el edificio institucional.
Dicen que este tipo de escándalos beneficia electoralmente a Podemos, que se ha convertido en el centro del debate político nacional. Pero al margen de que pueda ser así, lo que debería preocuparnos más es la certeza de saber que, mientras siga existiendo esta verdadera lacra, no es posible la regeneración democrática, y lo que es más grave, no es posible la resurrección del alma nacional, que está muerta y enterrada desde hace tiempo. La corrupción de los poderes públicos, que tiene su raíz en la putrefacción de la moral tradicional basada en la ley natural, es, sin duda, el elemento más corrosivo para la paz social y el que podría originar, en un momento dado, una reacción violenta por parte de las clases más oprimidas.
Ya he dicho en alguna ocasión que a mí no me alegra ver a la gente en la cárcel. Las fuentes de mi alegría, afortunadamente, son otras. No alimento mi bienestar con el rencor hacia los demás. Pero sí creo que, sin una Justicia eficaz y suficientemente dura en la aplicación de las leyes, estamos abocados a un escenario ciertamente desolador a medio plazo. La sensación que tiene la ciudadanía es que sólo hay sentencias ejemplarizantes para los que no tenemos un primo, un amigo o un hermano enchufado en la cosa pública. La conclusión que obtenemos de estos escándalos es que se nos toma el pelo de manera miserable, y que nadie nos defiende. Que, como decía esta semana, sólo nos quedan ya dos derechos: el de ir a votar y el derecho al pataleo.
Y hoy pregunto a los oyentes de Sencillamente Radio: ¿Deben obligar los tribunales a los usuarios de las tarjetas opacas a devolver todo el dinero gastado, y que ese dinero vaya a los afectados por las preferentes?
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Rafael Nieto es el director del programa de debate “Sencillamente Radio” de Radio Inter de Madrid (programa que se emite todos los domingos de 08:30 a 11:30 horas en esa emisora en el 918 de AM, 93,50 de FM e Internet: http://www.intereconomia.com/oir-radio-inter ), y en el que participan habitualmente distintos militantes del Sindicato TNS.