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Sin profundizar demasiado en la historia pero sí mirándola de frente, no hay que ser muy docto para darnos cuenta del drama que ha supuesto para España la llegada de la dinastía de los Borbón. En su origen, guerra civil, pérdida de Gibraltar, germen de separatismos, consecuencia de las también civiles guerras Carlistas, soluciones lamentables en las repúblicas masónicas. Todo esto por no citar la efímera presencia de Amadeo de Saboya y de la invasión francesa, caída del Imperio y decadencia permanente de España… hasta la cruda realidad actual de una España en estado terminal.

 

Situaciones dantescas como la que se dio entre padre e hijo (Carlos y Fernando), a cual más traidor y felón, pasándose la corona de uno a otro en presencia de Napoleón. La espantada de Isabel, experta en “cabalgar” generales, las golferías de los dos últimos Alfonsos con las sangrías de las guerras de África, la traición al General Primo de Rivera después de que éste salvase la monarquía en siete años de estabilidad socio-económica y después de poner fin a las guerras del norte de África.

La llegada de la II república, marcada con la frasecita del Borbón de turno “me voy para que no se derrame en España ni una sola gota de sangre”, ¡toma ya!, consecuencia de esto el desajuste liberal en los dos primeros años republicanos, golpes de estado marxistas con  guerra incluida y, por último, la sangrienta guerra civil que fue tan cruel como necesaria, después, unos primeros años de posguerra marcados por el hambre y por el terror comunista del “Maquis”.

Pues aún así España salió adelante, con grandes logros sociales, Unidad Nacional, … pero al final se “jodió”, volvieron a imponernos un Borbón, fiel a su estirpe traidora, de vida viciosa y caradura como el que más. Desde el perjurio a la traición todo es posible en esta dinastía.

Pero me gustaría aclarar posiciones desde el punto de vista Nacional Sindicalista. No hay que obsesionarse con la república o, al menos, con cualquier república. Para los falangistas lo primordial es la forma de Estado, que se podría compatibilizar con monarquía como con república, o lo que es mejor… prescindir de ambas.

Si nos afianzamos en el Punto VI del Programa Fundacional de Falange Española de las JONS “se abolirán los partidos políticos, los sufragios y los parlamentos” ¿Alguien se ha parado a pensar cómo se elegiría al presidente de la república? ¿Alguien se ha parado a pensar que en la actualidad el presidente de la hipotética república sería un “Rajoy”, un “Rubalcaba” o cualquier otro de su calaña?. Con esto no me estoy inclinando ni mucho menos por la monarquía, pero sí quiero recordar, aunque a muchos les moleste, que José Antonio veía en el Fascismo Italiano la solución para España, incluida la restauración de la monarquía. Hay que recordar también que Italia, hasta la guerra mundial, tuvo como monarca a Víctor Manuel III en un estado totalitario gobernado por Mussolini, después, aunque por poco tiempo, Italia fue una república sin variar la forma del Estado.

Como he comentado, aunque a muchos les extrañe y a otros les reviente, José Antonio vio en ese modo de Estado la solución para España y para evitar las tentaciones de pactos del Fundador con posibles coaliciones monárquicas, los falangistas, admitido por el propio José Antonio, impusieron el Punto 27 en su programa“Nos afanaremos  por triunfar en la lucha con sólo las fuerzas sujetas a nuestra disciplina. Pactaremos muy poco. Sólo en el empuje final por la conquista del Estado gestionará el mando las colaboraciones necesarias, siempre que esté asegurado nuestro predominio."Seguro que todo el mundo conoce este punto pero lo que quizás no se sepa es que este Punto fue impuesto únicamente para evitar las tentaciones antes mencionadas.

Es ya, cuando el Fundador completamente convencido de que la monarquía, en frase suya “es una institución gloriosamente fenecida…” cuando se tranquilizan las “aguas” de La Falange, al menos en lo que a esto se refiere, en otras cosas no tanto.

En una de las intervenciones, magistral como todas, José Antonio manifiesta que las monarquías nacieron en los campamentos y desaparecieron en los parlamentos. Lleno de razón nos dice que cuando un rey lucha por su pueblo, para su pueblo y al frente de su pueblo es cuando el monarca tiene razón de ser y de gobernar, ocupando un lugar en representación de ese pueblo como garantía de Orden y Justicia, pero cuando pierde la sustancia y se distancia al monarca de su gente mediante el parlamento, es ese propio pueblo quien se siente desprotegido y empieza a sentir la insustancialidad de la monarquía.

A este respecto y para acabar, me viene a la memoria una pequeña historia protagonizada por un falangista convencido aunque de orígenes monárquicos (como muchos otros), llamado Agustín de Foxá. Se encontraba este Falangista en una ciudad de Hispano-América pronunciando una conferencia sobre Historia de España. Al narrar como era la compenetración que la época del Imperio existía entre la Corona y el pueblo, el orador exclamo de forma apasionada que entonces España era grande porque los monarcas gobernaban por voluntad del pueblo y que, a su vez, el pueblo era capaz de morir por su rey. De repente, entre el público, se levantó el demócrata de turno y de forma airada exclamó: “Nosotros sin embargo somos capaces de morir por la democracia”, a lo que Agustín de Foxá respondió: “Pues lo siento por ustedes, porque eso es tanto como morir por el sistema métrico decimal”, lo que provocó en la audiencia una sonora carcajada y una atronadora ovación.

Todo estaba pactado desde fuera de España, al sistema criminal le interesa que desaparezcan las patrias, la Justicia y la Cultura de occidente, y no teme que esto harte a la gente porque como dice el sacerdote Manuel Guerra “nos han cambiado el agua de la pecera sin que los peces se enteren”. Este sistema lo único que teme es que el pueblo se canse de tanta corrupción y mangancia. Un monarca sin antecedentes de “mamoneo” (que se sepa) y un plan estable de colaboración de PP-PSOE. Todo es cuestión de medir y pesar, al fin y al cabo…. Es EL SISTEMA MÉTRICO DECIMAL.

 

Carlos Rodríguez, Jefe Nacional del Sindicato TNS.