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Vengo de una familia de una larga tradición agrícola, hombres y mujeres pegados a la tierra, mirando siempre al cielo, para ver si llueve, si nieva o si hace sol, lo que a mis ojos les sitúa más cerca De Dios.


Generación tras generación han sido los guardianes de la tierra, nos han trasmitido su amor y su sacrificio por ella, haciéndonos entender además que la tierra que cultivamos no nos pertenece, es el legado que se nos entrega para que lo custodiemos y a su vez nosotros, lo trasmitamos a nuestros hijos, junto con los mismos valores que hemos recibido al entregárnosla.

 
Pero mantener este legado, se vuelve una tarea titánica y una responsabilidad muy pesada cuando cada día que te levantas, tienes que luchar contra los elementos.


De trasmisores de la tradición, los agricultores hemos pasado a ser los villanos de la historia en el relato de la Agenda 2030 y sus políticas globalistas. Unos señoritos de traje y corbata que jamás han pisado el surco, desde sus cómodos despachos de Bruselas, apoyados en cada Nación por los gobiernos de turno, bien apuntalados por sus medios de comunicación y sus fuerzas represivas, dictan sus políticas asfixiantes, queriendo así arruinar nuestro medio de vida.

 
Han ido haciendo calar en el resto de la sociedad, que somos unos privilegiados, pero ninguno de los que nos acusa de ser unos subvencionados, quiere dejar su silla en la oficina para mancharse las manos de tierra. Dicen también que nuestras prácticas arruinan el planeta, pero después nos quieren obligar a arrancar nuestros olivos centenarios para sembrar nuestros campos de placas solares. Los urbanitas de mente agotada aún no se han enterado de que si el campo no produce la cuidad no come, de que si abandonamos nuestras tierras, acabarán en manos de los fondos buitre y las grandes corporaciones que controlarán toda la cadena alimenticia y decidirán cuándo debemos morir o no de inanición.


Hoy el campo ha dicho basta, nos hemos levantado en armas, con las mismas armas con las que con tanto cariño cultivamos nuestra tierra, dispuestos a defender el pan de nuestros hijos y a seguir siendo los depositarios de los valores de tradiciones que nos han inculcado.


Nuestra lucha es también la lucha por la supervivencia de nuestro pueblo, por nuestra manera de vivir.


No dejéis morir el campo .

 

¡ARRIBA EL CAMPO!

 

Carmen Marín

@Carmenmemarin