Empezamos la semana conociendo un buen dato: el del desempleo. 200.000 cotizantes menos, 16'5 millones de trabajadores, 78.000 desempleados nuevos en cifras redondas y 4'5 de almas apuntadas en las listas del paro.
En el maratón electoral que nos espera de aquí a final de año, con nada menos que cuatro citas en las urnas, Andalucía no es solamente la primera estación, sino probablemente la que empiece a marcar tendencia y nos anticipe lo que pueda ocurrir en las siguientes. El 22 de marzo veremos si es cierto eso de que Andalucía es "roja" o si el PP es capaz de poner fin a más de tres décadas de gobiernos ininterrumpidos de izquierda.
Algunos hemos dedicado buena parte de nuestro trabajo profesional a denunciar los excesos del liberalismo y del capitalismo, tan nocivos o más, cuando se aplican de manera salvaje, que lo que pueda serlo el marxismo. Lo hacíamos en la certeza de que las teorías económicas de Marx y Engels estaban muertas y enterradas, y de que, salvo en algunos casos ciertamente peculiares y exóticos, como Cuba o Corea del Norte, su aplicación práctica era imposible en el mundo actual. Pero la reciente victoria electoral de Syriza en Grecia o el imparable ascenso de Podemos en España hacen que, quienes estamos libres de compromisos ideológicos y simplemente ponemos nuestro trabajo al servicio del Bien Común, tengamos que ocuparnos de este "zombie" que, contra todo pronóstico, ha resucitado.
Empezamos la semana conociendo un buen dato: el del desempleo. 200.000 cotizantes menos, 16'5 millones de trabajadores, 78.000 desempleados nuevos en cifras redondas y 4'5 de almas apuntadas en las listas del paro.
Los que me estén escuchando a esta hora lo harán, sin duda, en uno de estos dos sitios: La manifestación en Madrid convocada por Pablo Iglesias y los suyos o desde cualquier otro lugar del globo. A los primeros, que se abriguen, que dan lluvias; a los segundos... sí, que no se hagan mala sangre, que serán muchos los que saldrán a las calles de la capital, muchos, tal vez más que en ninguna otra manifestación conocida, a pesar de la lluvia, más incluso que cuando vino el Papa o mataron a Miguel Ángel Blanco, muchos.
La España surgida del régimen del 78 ha visto crecer en sus entrañas un fenómeno extraño: las asociaciones de víctimas del terrorismo. En un mundo ideal no deberían tener sentido. Sin embargo, hubo que crearlas. Las asociaciones de víctimas del terrorismo son la punta de lanza que recuerda al Estado que es subsidiario de los crímenes que causa el terrorismo, sea el que sea.
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