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Después de haber visto cómo hasta Bob Esponja, Calamardo y el señor Cangrejo han podido inscribirse en la consulta ilegal descafeinada de Cataluña, pero separatista por supuesto, comprenderán que seguir tomándose el asunto en serio cuesta mucho trabajo. Lo hacemos, fundamentalmente, no por este simulacro ridículo, sino porque la cuestión de fondo es la sagrada unidad de España, y sobre esta materia caben pocas bromas. 
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 Intereconomía, desbordada por las deudas, satura su parrilla de teletienda para recibir 200.000 euros mensuales

 

Historia cierta de un pequeño sindicato o cómo el Nacional-sindicalismo consiguió ganar alguna batalla a una gran empresa liberal. 

 

A finales del año pasado (noviembre de 2013), los trabajadores del Grupo Intereconomía nos encontrábamos ante una difícil situación. Se nos adeudaban, en el mejor de los casos, siete nóminas. Siete nóminas acumuladas durante más de año y medio de retrasos en el pago del corriente. En uno de los momentos de mayor voracidad bancaria que se recuerde, retrasarse en el pago de letras, hipotecas o préstamos suponía una penalización que, naturalmente, nadie en la dirección de la empresa estaba dispuesto a asumir. En aquellos días (son casos reales) tuve que oír relatos personales de todo tipo, desde desahucios, cambio de los niños de colegio, hasta los de aquellos que tenían que recurrir a padres y hermanos para poder llenar la nevera. No es una ficción. Es real. Tan real como que hay hombres y mujeres, con nombres y apellidos, que no me dejarían nunca por mentiroso en este punto. Supongo que no era más que otra historia de crisis en España. Supongo que era otra historia de empresarios acogotados por los bancos y la Administración, con buena fe y mala suerte. De un modo u otro, pagábamos los trabajadores.

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Nosotros, como orgullosos hijos de España, somos portadores de valores que superan lo material y lo individual; Valores que nos obligan a defender, con todos los medios a nuestro alcance, principios irrenunciables.

Llevamos décadas de ataques continuos contra los dos grandes pilares Nacional Sindicalistas: la Patria y la Justicia Social. Y, parece, que nos encontramos ya, a las puertas de un grave ataque a la sagrada Unidad Nacional.

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Tengo que confesarles que lo único que me ha sorprendido e impresionado de Pablo Iglesias II es que, desde el primer momento, tuvo la seguridad de que algún día sería presidente del Gobierno. Recuerdo perfectamente que fue de las primeras cosas que dijo al conocerse los resultados de las elecciones europeas: "Estamos llamados a gobernar España", dijo. El viernes, en la presentación de su libro, lo volvió a repetir: "Somos una fuerza política que aspira a formar gobierno el año que viene. Ya no estamos para escribir libros".

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Los medios extranjeros hablan de generación perdida en España

      

       Decía Ortega que cada 15 años se produce una nueva generación intelectual. Bien, hoy, en el año 2014, tenemos que retroceder 30 años, hasta 1984, para darnos cuenta de que llevamos dos generaciones bastardas, y no me refiero a una bastardía genética por nacimiento extramatrimonial, no, me refiero a una bastardía mucho más profunda y delicada, la bastardía espiritual.

       Las dos últimas generaciones no han sido fieles a la herencia espiritual que secularmente llevamos recibiendo los españoles.