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Estoy harto, muy harto de escuchar palabras grandilocuentes, vacías, huecas. Frases hechas y sin contenido alguno, declaraciones ridículas y bien intencionadas pero que en el fondo no significan nada, no nos aportan nada, no son nada. 

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 Queremos menos palabrería liberal y más respeto a la libertad profunda del hombre (José Antonio Primo de Rivera)

 

El “bla bla bla" constante de los políticos y los medios de comunicación nos llenan de palabras etéreas a cambio de quedarse con nuestra voluntad.

 

        DEMOCRACIA, LIBERTAD y DERECHOS son la habladuría cotidiana de los que  se benefician del esfuerzo ajeno sin ningún tipo de escrúpulos.

 

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El advenimiento y la aceptación popular de esta mamarrachada del Halloween es la prueba del nueve de que vivimos en una sociedad, la española, completamente idiotizada, sin el menor sentido del ridículo y con un desconocimiento total de cuáles son los puntos cardinales de una vida ordenada y normal. Esta fascinación cutre por los fiambres, que es en resumen en lo que consiste la fiestecita, nos retrata como lo que somos: un colectivo de majaderos sin el menor respeto a la tradición cultural española, absolutamente manipulable por el primer vendedor de alfombras que se cruce por su camino, y por todo ello, condenado al ocaso y a la desaparición.

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Pablo Iglesias y el general Julio Rodríguez, antes de entrar en el...

 

Si quedaba todavía algún ingenuo español que hubiera depositado su confianza en el Ejército para que, como dijo Spengler, fuera la última instancia para salvar la civilización (o, en este caso, España), puede muy bien ir despertando a la cruda realidad de lo que es la milicia actualmente en nuestro país. Dejando, de nuevo, a un lado las excepciones, que a Dios gracias siempre las habrá, a ciertos niveles del escalafón militar lo que tenemos no es otra cosa que la misma casta progre-liberal que ha destrozado nuestra Patria.  

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En un país tan absolutamente analfabeto políticamente como es España, con un paisanaje tan acostumbrado a la impudicia y a la soberbia como el nuestro, que alguien como Albert Rivera sea hoy el mirlo blanco de la cosa pública es más que normal. Guapete de nacimiento, con un palique florido y don de gentes, con ese gracejo para decir ante las cámaras siempre lo que hay que decir y casi nunca lo que se piensa de veras, el presidente de Ciudadanos es, como dice Eduardo García Serrano, el yerno que toda española querría tener. Así lo indican las últimas encuestas y así lo explica el sentido común.