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No sé si es sólo una impresión mía, o si ustedes también la tienen, pero desde hace tiempo me parece vivir en un mundo en el que, en general, se ha perdido la chaveta y cada vez es más difícil encontrar personas que se rijan por el sentido común. Ya no digamos nada si uno busca entre la clase política o dirigente, donde es sencillamente una tarea imposible. 

 

Desde hace unos días, en España están saliendo a la calle peligrosos terroristas y violadores que hasta ahora estaban en prisión. La sociedad sabe y es consciente de que, al soltarlos, nos ponemos todos en peligro. También lo saben los jueces y los políticos, pero aún así, en una especie de ejercicio de suicidio colectivo, se empeñan (nos empeñamos, en realidad) en hacer exactamente lo contrario de lo que conviene al interés general y al Bien Común. 

 

¿Por qué sucede esto? Es sencillo de explicar y de entender: hemos cambiado la Justicia con mayúsculas por una justicia minúscula y acomodaticia, por una justicia liberal de leyes liberales que favorece a la casta política y judicial de la democracia liberal. Y que es exactamente lo contrario de la Justicia con mayúsculas. 

 

Cuando una sociedad, cuando una nación da la espalda a los valores universales que han inspirado su nacimiento y su progreso, y se instala en un sistema relativista como el que padecemos desde 1975, en el que se nos dice que vivimos en democracia sólo porque nos dejan meter un papelito en una urna cada cierto tiempo; cuando eso sucede y la sociedad en su conjunto lo acepta sin protestar, las consecuencias son fatales, como estamos comprobando.

 

La esperpéntica sentencia del Tribunal de Estrasburgo, y el espectáculo bochornoso de la Audiencia Nacional dándose toda la prisa del mundo en abrir la puerta de la cárcel a asesinos etarras y violadores confesos, que ya salen en tropel de las prisiones, nos pone ante el espejo de lo que somos. Ante el espejo de lo que hemos consentido. Es la evidencia más palmaria de nuestra cobardía como pueblo y de nuestra lacerante dejadez.

 

Que nadie eche ahora la culpa a ese grupete de funcionarios acomodados del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, con el ínclito socialista López Guerra al frente. Esos son, como mucho, los ejecutores finales, los tontos útiles de esta comedia bufa. La culpa es de los legisladores españoles, o sea de la casta política, que no ha querido hacer unas leyes que castiguen a terroristas y violadores como se merecen. No desviemos el punto de vista de nuestra crítica.

 

La España de nuestros antepasados, la que ha escrito las páginas más gloriosas de la Historia Universal, la España que ha sido modelo y envidia de otras naciones, el otrora sin par pueblo español, jamás hubiese tolerado este atropello y esta desvergüenza. Hubiera subido al cadalso a los politiquillos del momento y hubiera hecho brillar la Justicia con mayúsculas. Ahora, cualquier mindundi con ínfulas de gran estadista nos deja anestesiados con cuatro palabritas, o respondiendo que "llueve mucho" cuando le preguntan por el dolor de las víctimas del terrorismo.

 

Les confieso que esta semana he sentido, sobre todo, vergüenza. Vergüenza de ser de aquí, de vivir aquí. De tener que conformarme con ver cómo hoy algunos miles de españoles decentes se concentran en la Plaza de Colón, a las doce y media, para unir sus voces contra ese tribunal corrupto y pestilente. De tener que tragarme la rabia de no poder consolar a gente como nuestra querida Pilar, como Francisco Alcaraz, como todos, porque no quiero dejarme a nadie fuera, todos los que han sufrido y siguen sufriendo la injusticia de vivir en esta España cutre y decadente. En la España de la democracia liberal que unos pocos nos trajeron.

 

Y les aseguro que no sé si algún día lograremos quitarnos de encima esta costra de mediocridad que la izquierda ha diseñado y la derecha ha perpetuado. No sé si volverá a brillar la Justicia, salvo en el Paraíso. No sé, se lo aseguro, si en España volverá a amanecer algún día, o si seguiremos de por vida en este lodazal en el que las víctimas ya no tienen lágrimas en los ojos, y a los verdugos les duele la tripa de reírse. Esta España en la que invariablemente ganan siempre los malos.

 

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presentador de Sencillamente Radio

 

Rafael Nieto es el director del programa de debate “Sencillamente Radio” de Radio Inter de Madrid (programa que se emite todos los domingos de 08:30 a 11:30 horas en esa emisora en el 918 de AM, Internet: http://www.intereconomia.com/oir-radio-inter ), y en el que participan habitualmente distintos militantes del Sindicato TNS.

 

Esta que acabáis de leer es uno de sus editoriales en ese programa

 

Todos sus editoriales los podéis encontrar en el siguiente enlace de nuestro foro TNS http://tns.mforos.com/1022048/10861765-editoriales-de-rafael-nieto-en-sencillamente-radio/