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Mientras que en España se liberan asesinos, violadores y criminales, mientras se permiten conductas sediciosas y rupturistas y mientras se mantiene a gobiernos autonómicos desleales que ponen en juego nuestra convivencia, se encarcela a ciudadanos por decir lo que pudiera parecer una obviedad “catalanidad es Hispanidad”.

 

Los sucesos de la librería Blanquerna, acaecidos el 9 de septiembre del 2013, no tienen precedente jurídico en nuestro país. Catorce personas entraron en una librería conocida “como la embajada de la Generalidad en Madrid”, en un acto que fue el pistoletazo de salida de lo que hoy estamos viviendo. Los incidentes apenas duraron algunos minutos, y al poco tiempo se inició la conferencia con total normalidad. Ese mismo día, las catorce personas fueron identificadas, detenidas y pasadas a disposición judicial. Después de un juicio donde son condenados a penas menores, la fiscalía recurrió para elevar esas penas y obligar la entrada en prisión de los encausados.

En estos últimos días, algunos de estas catorce personas, están recibiendo las respectivas notificaciones para proceder a su inmediata entrada en prisión. El escándalo es mayúsculo y debe hacernos reflexionar. Se encarcela a los que están dispuesto a defender la unidad de España, y se es extremadamente comprensivo con todos aquellos que de una u otra manera desean romperla. Sobre todo, el escándalo es sonrojante, si es puesto en comparación con la desidia que están poniendo las autoridades a la hora de identificar, detener y encausar a los responsables de los graves incidentes que estos días están asolando Cataluña en general y muy particularmente Barcelona. Coches destrozados de la Guardia Civil, amenazas a las fuerzas de seguridad del estado, desobediencias jurídicas varias, presiones a jueces y fiscales, quema de banderas e insulto a las instituciones y un largo etcétera de despropósitos que parecen no importar a nadie con responsabilidad de evitarlo.

Estamos asistiendo a la comisión de un delito anunciado, somos testigos de cómo nos están robando España con la complicidad de todos los poderes públicos, Se pretende ser ejemplarizante con los “patriotas” que de una u otra manera no están dispuestos a consentir la consumación de la infracción, del crimen, de la fechoría. La solicitud de ingreso en prisión a los “catorce de Blanquerna” justo en este momento, ni es casual, ni es baladí. Forma parte de un plan urdido para neutralizar toda disidencia, todo movimiento, toda persona que ponga de manifiesto el actual estado de las cosas.

 

Vemos imágenes que nos emocionan, vítores a la policía y a la Guardia Civil, alimentos que les son entregadas a las fuerzas de orden público en el puerto de Barcelona, ciudadanos que les muestran su apoyo y solidaridad. Pero después de la emoción inicial, me embarga una situación de vergüenza ajena, un escalofrío recorre todo mi cuerpo que me obliga a meditar, que me obliga a preguntarme si es real lo que estamos viviendo. Ciudadanos anónimos protegiendo a policías y guardias civiles y no al revés, emotivas despedidas a los cuerpos especiales cuando salen de sus respectivas ciudades camino de Cataluña, como si fueran al frente del este. Sí, definitivamente, todo esto me produce vergüenza y mucho desánimo, mientras permitimos que catorce inocentes vayan a prisión como chivos expiatorios para contentar al secesionismo, para contentar a todos los que desean ver rota España. El miedo y la cobardía se apodera de todo y de todos. Los que medrosos y advenedizos piensan que esto no va con ellos, se equivocan, llegará un día en que todos seremos juzgados. No hablo de justicia Divina, que también. Hablo de generaciones venideras, hablo de cuando se nos pregunte ¿qué hiciste tu para evitar que una nación como España se rompiera? ¿Dónde estabas? ¿fue suficiente? Ese juicio llegará y pondrá a cada uno en el sitio que merece.