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                 La CUP sobre la reunión Rajoy-Puigdemont: "Sólo nos interesa si hablan de referéndum"

 

Pasó el verano, las vacaciones y volvemos al día a día, a lo cotidiano. Retomamos las cosas allí donde las dejamos. Volvemos a los problemas económicos y al continuo desafío soberanista. A falta de un mes para la celebración del referéndum ilegal en Cataluña, pocas cosas parecen haber cambiado. Cada uno a los suyo. El independentismo trabajando en el cumplimiento de una amenaza que nos parece irreversible, y el gobierno en su inacción y poco comprensible actitud de desidia y dejadez. Escondido detrás de tribunales y siempre a rebufo del gobierno de la Generalidad y sus consejeros.

Siguen afirmando que no habrá referéndum, pero no nos explican cómo piensan evitarlo. No por resultar cansinos y extremadamente pesados debemos perder la perspectiva de que es España la que está en juego. Nos hablan de cumplir la ley y la constitución, pero nadie nos dice que con la unidad de España no se juega. No se trata de leyes o constituciones cambiantes, hablamos de un bien superior, hablamos de algo con lo que no cabe negociación posible. Unos por acción y otros por omisión, pero todos culpables.

Los socialistas y Podemos, por ser siempre excesivamente comprensivos con los secesionistas, incluso me atrevería a decir que, en muchas ocasiones, incluso colaboradores necesarios. Hablar de sentarse a negociar sin especificar con claridad cuál es el objeto de la negociación, puede parecer frívolo, pero entraña una gran maldad. Sin lugar a dudas es el gobierno de España, el gobierno del Partido Popular y sus socios de Ciudadanos los que mayor responsabilidad tienen en todo esto, pues son ellos los que tienen los resortes para hacer frente a esta cuestión de una manera más contundente y más rotunda. Siempre lamentándose y señalando culpables, como si fueran otros los que gobernaran, como si fueran otros los que tuvieran la obligación de parar esto y garantizar la unidad de España.

Uno tiene la sensación de que todo lo que estamos viendo ahora estaba ya pactado desde hace tiempo, y que sólo asistimos a la escenificación final de una obra ya escrita, donde nosotros ejercemos de espectadores sin tener muy claro un desenlace final que ya tienen marcado. En este país, siempre que ha interesado, se nos ha movilizado, y ahora que está en riesgo incluso su propia existencia, se adopta por parte de todos un perfil bajo y de resignación, como si nada se pudiera hacer para evitar el cúmulo de despropósitos al que asistimos.

Harto, muy harto de todo y de todos, harto muy harto de que lo políticamente correcto sea hablar de diálogo y comprensión con el hecho diferencial y no con los miles de catalanes que sufren a diario la tiranía del separatismo y el secesionismo. Harto de que se persiga a españoles en España, de que se les multe y se les pretenda reeducar para hacer de ellos buenos catalanes que no buenos españoles. Cuando una cosa lleva a la otra, ser un buen catalán, es una buena forma de ser un buen español. Porque Cataluña no se entendería sin España, y porque España es inviable sin Cataluña.

Que no nos engañen, todo aquel que este a favor del derecho a decidir, aunque sea para votar en contra de una hipotética independencia de Cataluña, es que desea la independencia. ¿Para qué votar una cosa con la que se está de acuerdo y que no debería ser puesta en duda? Esta es la estrategia de los equidistantes, de los cobardes y de los que desean romper España. Un objetivo largamente anhelado por la izquierda de este país y que parece está más cerca que nunca de conseguirse. 

 

Javier García Isac