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Cuando uno piensa que lo ha visto todo, que su capacidad de asombro ha llegado a su fin, siempre sucede algo que le saca de su error. Recientemente el parlamento catalán ha decidido por unanimidad que los juicios celebrados en esa región en el periodo comprendido entre 1938 a 1978 no tienen validez, como si nunca se hubieran celebrado, como si nunca hubieran existido. Sostengo desde hace años que la gilipollez humana parece no tener límites, parece no tener fin y por desgracia creo que no me equivoco. Todos votaron a favor de dejar sin efecto cuarenta años de procedimientos judiciales incluido el Partido Popular. Un partido que aunque sea el más votado, está desacreditado y desnortado.

 

Es el Mismo partido Popular que un sábado encabeza la cabalgata del día del orgullo gay, y el domingo siguiente solicita el voto a la salida de misa a las familias tradicionales. Es el mismo partido popular que homenajea a las víctimas del terrorismo, a la vez que libera etarras y asesinos. Es el mismo partido popular que dice defender la unidad de España, pero no hace nada para evitar su ruptura y es el mismo partido popular que nos habla de valores y principios, pero nunca especifica cuáles son esos valores y cuáles son esos principios.

Creo que los artífices de tanta tontería no son conscientes de cómo se les ve desde fuera, de lo absurdo que resulta reescribir la historia mediante decretos o leyes, de lo ridículo que suena que a unos cuantos iluminados y cobardes, transcurridos más de cuarenta años y en un momento determinado de la historia, decidan de motu proprio que nada de eso existió. Es como negar el descubrimiento de América o que la tierra es redonda porque a los que ostentan el poder actual no les gusta, sin tener en cuenta la época o periodo histórico en el que transcurrieron los hechos que ahora se pretenden negar.

Todo sería muy cómico, muy gracioso, si no fuera porque con esta resolución aprobada por unanimidad en el parlamento catalán, se equipara a victimas con verdugos, a asesinos con asesinados, a inocentes con culpables. El parlamento catalán nos viene a decir que todos los condenados en ese periodo de tiempo son inocentes, y que las victimas no son reconocidas como tales. Lo cierto es que no debemos extrañarnos. Es la misma comunidad autónoma arruinada que roba a sus vecinos, que mantienen una vergonzante “ormeta” respecto al 3%, que cierra quirófanos y abre embajadas, que miente respecto a su historia, y que tiene como nombre de un estadio olímpico a un conocido depravado, genocida y criminal como Lluís Companys. No, nada de esto debe extrañarnos en esta época que nos ha tocado vivir y donde por decreto se nos dice lo que está bien y mal, quienes fueron víctimas y quienes verdugos, se nos dice lo que debemos pensar y como pensarlo, se nos impone el pensamiento único sin posibilidad de disentir. Se nos vende como normales comportamientos que no lo son y se persigue al disidente por cuestionar obviedades como que los hombres tienen pene y las mujeres vulva.

 

Nos hemos dejado arrastrar por la peligrosa moda de lo políticamente correcto, donde la tergiversación y la mentira son las conductas habituales, y donde por miedo, cobardía, o simplemente por comodidad, somos incapaces de cuestionar nada por muy aberrante que nos parezca lo que se nos plantea. Nos consideramos libres aun a sabiendas de que no lo somos.