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Categoría: Artículos
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Todos sabemos y conocemos los delirios de grandeza del separatismo. Todos conocemos su complejo de victimismo y a la vez de superioridad, conocemos sus orígenes profundamente racistas e incluso también sabemos que son capaces de tergiversar la historia, de manipularla si eso sirve a sus intereses, si sirve a la causa. Lo que hasta el momento desconocíamos era también su ilimitada capacidad de inventiva, yo me atrevería a decir incluso su capacidad de originalidad.

 

A las mentiras habituales a las que estamos acostumbrados, se suman ahora cuestiones que deberían ser de estudio en cualquier postgrado de psicología. El presidente autonómico catalán se fue de gira a las américas, se fue de bolos. Sabemos que Cataluña es una comunidad quebrada, pero siempre se encuentran algunos eurillos para promocionar el “procès”. Lo cierto es que tuvo poco éxito de público, pero sí mucha repercusión mediática dado el alcance de sus declaraciones. Puigdemont se atreve con todo, intentó darnos una lección magistral de historia que nos cogió por sorpresa. Esperábamos las típicas declaraciones de España nos roba, el caso Palau es cosa del PP, no existe clan Pujol, solo una familia con suerte y un abuelo, el Florencio, que, aunque era analfabeto, esto de los números se le daba muy bien, esperábamos la retahíla de frases hechas, vacías y grandilocuentes que solo impresionan a un público fiel, convencido y analfabeto con el que es muy difícil mantener conversación alguna. Puigdemont anunció que Cataluña es el país más grande del mundo, que su parlamento el más antiguo de la historia, con muchos más años que el británico y por supuesto que el leonés y no contento con todo esto, nos amenaza diciendo que la independencia es un hecho irreversible y el referéndum inevitable. Sigo pensando que para qué quieren referéndum si dan por realizada la independencia, si salga lo que salga, según ellos, la independencia es irreversible. Es contradictorio. Queremos que votes, pero la decisión ya la tenemos tomada.

 

He de confesarles que al escucharle pensaba que era una broma de genial José Mota o que formaba parte de algún programa humorístico de la televisión. Esperé algunos segundos que se me hicieron eternos, donde pude comprobar que el tema iba en serio. Hace algún tiempo, otros iluminados del “ambiente” ya apuntaban maneras cuando afirmaron que Cristóbal Colon era catalán y que hasta Miguel de Cervantes también nació en esa comunidad. Todo forma parte de lo cateto de sus dirigentes, de sus aires de grandeza y de su aldeanismo periférico más pueril. Cataluña es una región grande, enorme, importante, sin tener que recurrir a mentiras, tergiversaciones y ocurrencias mesiánicas de cualquier tarado. Cataluña no necesita inventarse nada para ser lo que es, no necesita hablar de historias que nunca sucedieron. Eso solo perjudica su imagen y la empequeñece. No sé si el exalcalde Puigdemont se cree todo lo que dice, yo lo achaco más bien a la medicación que debió tomar, posiblemente mezclado con algo de alcohol, a la altura y a lo lago y cansado del viaje, solo así se explicaría la sarta de gilipolleces e imbecilidades que soltó en la universidad useña. Alguien de su gabinete debió impedir que hablara en tal estado. Lo digo de corazón, este tipo de cosas ni le benefician a él ni al “procès”.

 

Sabemos que la ignorancia es osada. El separatista es muy ignorante y muy osado. La mentira puede ser por ignorancia o puede ser por maldad. Cuando es por maldad, los fanáticos del engaño son una fábrica de generar ignorantes osados y que son la masa de borregos que creen los embustes sin cuestionarse nada. Necesitaremos varias generaciones de personas educadas en otro contexto para revertir la mentira. Hoy nos reímos de las locas y absurdas declaraciones de Puigdemont, en veinte años, estas declaraciones se habrán convertido en verdades absolutas e indiscutibles. El separatismo no tiene prisa, es un plan a medio y largo plazo. Ahora la fruta está ya madura.