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Rusia aprueba la castración 

Una de las cosas que nos ha enseñado la democracia liberal relativista que nos trajo la Transición es que el reo es portador de derechos universales por encima del resto de los mortales. Un delincuente tiene más derechos que un no delincuente, porque lo que busca este sistema es dar las máximas garantías a los delincuentes, no a la gente normal. Los que no robamos, no matamos, no secuestramos, no agredimos, estamos obligados a cumplir la ley sin salirnos ni un milímetro del margen establecido; el delincuente, en cambio, tiene una amplísima oferta de excepciones y medidas especiales a su disposición.

 

 

El caso del pederasta de Ciudad Lineal, detenido esta semana gracias a la excelente labor, una vez más, de la Policía Nacional, es una prueba más de lo que estoy diciendo. Esta sanguijuela pasó siete años en la cárcel por haber abusado de una niña en los noventa. Cuando salió a la calle, en su historial había desaparecido el dato de que se trataba de un peligroso pederasta. No se le podía estigmatizar. El Estado se preocupó por el futuro de este criminal, aunque fuera a costa de la integridad o la vida de otros menores inocentes que, a buen seguro, iban a caer, como así fue, en sus garras de animal.

 

En el actual sistema, los inocentes no tienen derecho a nada, y no tienen la protección de nadie, salvo que uno se la quiera o se la pueda pagar. La seguridad es un privilegio de ricos, no un derecho de la clase media, como antaño. Hoy hay que rezar para que a un hijo o hija no lo coja un malnacido de estos, y lo convierta en un desgraciado para siempre. Dejando un desgarro en su alma, una mancha permanente en su corazón, de la que ya no se podrá librar mientras viva. ¿Quién se ocupa, pregunto yo, de las víctimas?, ¿quién repara ahora ese dolor, esa desgracia? ¿Por qué las instituciones democráticas amparan siempre el Mal y se olvidan de los inocentes y de las víctimas de ese Mal?

 

En los países serios desde el punto de vista de la Justicia, como Estados Unidos, un criminal de estas características no vuelve a salir a la calle después de haber violado a una niña. Se le estigmatiza, sí, porque es necesario estigmatizarlo. Porque la sociedad tiene que saber de quién se tiene que proteger. Porque una bestia como el tal Antonio Ortiz no puede convivir con el resto de ciudadanos, por la simple razón de que no puede reinsertarse, no es reinsertable. Es un violador en potencia mientras viva. Se le pueden aplicar diversos tratamientos, que ya están aplicándose en otros países europeos, pero debe estar en la cárcel de por vida. Debe ser condenado a cadena perpetua.

 

Es fácil ponerse en la piel de los padres de esas criaturas. Niñas de 6-7 años, en la edad de la inocencia, de la pureza. Secuestradas, narcotizadas y después brutalmente violadas por este canalla, que además luego iba presumiendo por los gimnasios de su ajetreada vida sexual y de los gramos de coca que era capaz de consumir en una noche de juerga. Trabajando sus bíceps como única actividad conocida, además de sus chanchullos con la compraventa de vehículos. ¡Qué existencia tan vacía y tan absurda!, ¡qué miserable hay que ser para abusar de aquellos que no se pueden defender!

 

En medio del escándalo que produce siempre el conocimiento de estos terribles sucesos, es inevitable que surja el debate sobre la conveniencia de aplicar la pena de muerte a este tipo de criminales, al igual que ocurre con los asesinos terroristas. Es una cuestión de conciencia. Respetamos a quienes están de acuerdo con ella, aunque particularmente entendemos que sólo Dios puede decidir el final de la vida de una persona. Ningún hombre debería disponer de la vida de otro, por muy criminal que sea. Pero ya digo: en tan difícil cuestión, entendemos que todos los puntos de vista tienen su parte de razón.

 

Sí creemos, por contra, que estos delitos tienen necesariamente que conllevar la aplicación de la cadena perpetua. El castigo debe ser ejemplar como única manera de evitar la proliferación de casos. No es admisible que los padres tengan que vivir con la ansiedad de saber que, llevando a sus hijos al parque o al jardín, se arriesgan a que sean carne de cañón para estos malnacidos. En el eterno debate entre libertad y seguridad, no tenemos ninguna duda de que la primera es muy importante; como creemos también que no es posible vivir sin la segunda. 

 

Y hoy preguntamos a los oyentes de Sencillamente Radio: ¿Es Vd. partidario de aplicar la pena de muerte en casos como el del pederasta de Ciudad Lineal?

 

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Rafael Nieto es el director del programa de debate “Sencillamente Radio” de Radio Inter de Madrid (programa que se emite todos los domingos de 08:30 a 11:30 horas en esa emisora en el 918 de AM, 93,50 de FM e Internet: http://www.intereconomia.com/oir-radio-inter ), y en el que participan habitualmente distintos militantes del Sindicato TNS.