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Uno de los grandes problemas que tiene España es la continua ideologización de asuntos que deberían resolverse básicamente con sentido común, y eso sí, con un enfoque que necesariamente tiene que partir del humanismo cristiano.

 

El pasado jueves, la presidenta del Círculo de Empresarios, Mónica Oriol, abrió un importante debate público al plantear que se rebaje el salario mínimo, actualmente en 645 euros al mes, a aquellos trabajadores que no tienen formación bajo el argumento de que "hay que dar un trato desigual a formación desigual".

 

 

El asunto de fondo es interesante e importante, y merece un análisis serio y no, como decía antes, manchado por intereses ideológicos. Es evidente que a muchos empresarios la crisis económica le ha servido como excusa para precarizar las condiciones laborales de sus trabajadores gracias a una reforma laboral, la de 2012 aprobada por el Gobierno de Rajoy, que, la verdad, no sólo no ha generado empleo, sino que sigue aumentando el paro.

 

Es cierto también que las políticas ultraliberales de explotación de los trabajadores, de las que presumen ciertas potencias extranjeras, constituyen realidades no sólo moralmente repudiables, sino económicamente insostenibles. Para los católicos, la encíclica del Papa Emérito BXVI "Caritas in veritate" es una brújula con la que no nos vamos a equivocar. Decía Ratzinger en ese texto que "la reducción de la red de seguridad social a cambio de la búsqueda de mayores ventajas competitivas en el mercado global, supone un grave peligro para los derechos de los trabajadores, para los derechos fundamentales del hombre y para la solidaridad en las tradicionales formas del Estado social". Un Estado social, por cierto, que en España tiene una autoría que nadie bien informado podrá negar: el régimen nacido el 18 de julio con dos de sus eminentes prohombres del falangismo a la cabeza: González Bueno y Girón de Velasco.

 

Pero esa perspectiva tampoco puede ocultarnos una realidad incontestable. España tiene más de 6 millones de parados, está a la cola de Europa en empleo y en productividad, y tanto el actual sistema de pensiones como de protección por desempleo se antojan insostenibles. Y no, no es sólo una cuestión de acabar con los privilegios de la casta política y con la corrupción que les es propia; es una cuestión, también, de que los trabajadores sean conscientes del papel que deben jugar como dinamizadores de la economía y de la supervivencia de sus empresas.

 

No es admisible que España tenga un 26% de paro, que en los jóvenes supera el 55%, con un millón de trabajadores sin ninguna cualificación y con una cultura, la de los "ninis" (ni estudian ni trabajan) que no sólo es una rémora para la economía nacional, sino para sus propias vidas, para ellos mismos. En España se sigue subsidiando la vagancia, se tolera y aplaude la pillería del que cobra el subsidio de desempleo trabajando en negro, se considera casi un acto de heroísmo burlar la vigilancia del jefe o de la empresa para poder leer el Marca en plena jornada laboral. Y así, con esas actitudes, malamente saldremos de la terrible situación en la que nos encontramos.

 

Seguramente, las fórmulas de la señora Oriol no sean las más acertadas. Tampoco algunas de sus frases (como ese lamentable "no sirven para nada") nos parecen de recibo. Pero evidentemente tampoco lo es el discurso que, so capa de la defensa de la dignidad de los trabajadores, pretende dar a entender que tiene que ser el todopoderoso Estado el que genere riqueza por sí mismo y nos lleva a todos en volandas hacia el Estado del Bienestar, casi por arte de magia. De la crisis, de la pobreza y de la miseria en la que actualmente estamos saldremos nosotros, todos y cada uno, con mucho esfuerzo, con sacrificio y con horas de trabajo. Y si no es así, seguiremos exactamente igual que estamos.

 

Mantengamos y revisemos al alza los derechos de los trabajadores, de acuerdo. Pero vigilemos la productividad. Pensemos en cuántos de nuestros amigos y conocidos que cobran el paro buscan, a la vez, un puesto de trabajo. Miremos las ventajas de la llamada "formación dual" como un primer paso para reducir el paro juvenil. Pensemos también en lo que le cuesta a un empresario mantener un negocio, y no me estoy refiriendo a las grandes fortunas, sino al dueño de una pyme con diez empleados. 

 

Insisto: no caigamos en el error de llevar siempre las cosas al terreno necesariamente sectario de la ideología, y seamos realistas, porque sin esa dosis de realismo, a lo que estamos condenando a las próximas generaciones es al hambre y a la desesperanza que ya casi tenemos encima.

 

Y hoy pregunto a los oyentes de Sencillamente Radio: ¿están de acuerdo en que se baje el salario mínimo interprofesional a los trabajadores no cualificados?

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Rafael Nieto es el director del programa de debate “Sencillamente Radio” de Radio Inter de Madrid (programa que se emite todos los domingos de 08:30 a 12 horas en esa emisora en el 918 de AM, 93,50 de FM e Internet: http://www.intereconomia.com/oir-radio-inter ), y en el que participan habitualmente distintos militantes del Sindicato TNS.