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La huelga es el último recurso de presión que le queda al trabajador para reclamar de la dirección de la empresa lo que es legítimamente suyo. Es el último recurso una vez agotados todos los mecanismos legales que no suponen la paralización de la actividad productiva y el último previo a la extinción de la empresa misma. Bien sabe el trabajador la importancia de la huelga porque supone la quema de las naves en un viaje sin retorno. Si la huelga triunfa, bien para ambos; si fracasa, es el fin. Por eso hay que ayudar a entender al empresario que la huelga no se hace contra la empresa, y que se termina en ella porque se han agotado todos los cauces humanos y divinos para lograr la negociación o el entendimiento.
 

En nuestro caso, nunca una huelga estuvo tan justificada. Los trabajadores de CRISA, SAUZAL e INTERECONOMIA no vamos a la huelga por una mejora de las condiciones salariales, algo para lo que estaríamos perfectamente legitimados; no vamos a la huelga por una mejora de las condiciones laborales, siendo estas casi de esclavitud, con obras paralizadas, salidas de emergencia inexistentes u obstaculizadas, cables por todas partes, condiciones de salubridad precarias...; y sobre todo, no vamos a la huelga porque seamos unos vagos que se han cansado de trabajar. Los trabajadores de Modesto Lafuente, 42 han demostrado una profesionalidad y lealtad al Grupo Intereconomia y a la figura de su presidente, Julio Ariza, fuera de toda discusión y de toda duda, algo reconocido incluso por sus mandos intermedios cuando creen que no les oyen los gerifaltes. Son precisamente esos gestores de la chapuza los que se atreven a decir, cuando algunos trabajadores acumulan hasta siete u ocho nóminas de atraso, que el trabajador es incapaz, incompetente y vago.

Desde la calle Espronceda, quien lo quiera ver, pude asomarse por la rejilla de la ventana y ver una redacción que más parece un taller clandestino de costureros chinos (tal vez porque a estos genios de las finanzas es lo que les hace falta: chinos, con sueldos de chino y pasaporte español).

Los trabajadores hemos aguantado el tirón de la crisis y, los más díscolos, nos hemos atrevido a denunciar a la empresa el impago de las nóminas adeudadas (derecho que corresponde a todo español por ley); la mayoría, por si eran despedidos, perjudicados o señalados, con familias y situaciones personales muy complicadas, prefirieron creer en lo que los edecanes de Ariza les contaban (algo totalmente legítimo pero que se ha comprobado absolutamente inútil por lo reiterado de la mentira en las palabras de la dirección). Se haya actuado a título particular o decidido a aguantar un mes más, mes tras mes, lo cierto es que la paciencia se ha colmado.

 

La empresa, que nunca ha querido la presencia de sindicatos en sus instalaciones, hoy tiene que bregar con un comité de empresa formado por una pinza de siglas, desde la ultraizquierda a la ultraderecha, en una demostración que acusa al interpelado y le imposibilita la defensa de que, por sentirse "orgullosos de ser de derechas", son los sindicatos de izquierda los que le acosan y tratan de derribar mediante boicot. Una situación de la que puede sacar poco partido porque, habiéndose mostrado siempre hostil a la acción sindical, el sindicato, desde el falangista TNS hasta el comunista CGT, hoy está presente en la vida de Intereconomia. El becerro dorado tendrá que ser lidiado ahora por esa verdad eterna y sin matices que señalaba José Antonio de que el sindicato, la familia y el municipio son las entidades naturales de la persona humana; que es en el seno de una familia como se viene al mundo y se aprende todo; que es unido a un pueblo como se hace uno persona y que es atado a un trabajo como uno se gana el pan, construye la patria (no la marca España, la patria) y logra alcanzar la justicia social.

 

Cuando nos consta que madrugadores empleados tienen que acudir a las bolsas de caridad de emergencia de Cáritas para poder llevar algo de comida a sus neveras, exigir el pago del salario que se acordó en el contrato firmado por ambas partes es de justicia, de la más elemental y básica justicia.

 

No tiene defensa la empresa que en su ideario afirma seguir los preceptos de la Santa Madre Iglesia para negar tal reclamación ya que es pecado que clama al cielo, y reconoce la Iglesia, negar el salario justo al obrero.

 

Sabemos que entre los trabajadores hay mandos intermedios, presumimos que en situación no tan alarmante como la de los demás (algo que tampoco nos importa), dispuestos a seguir las directrices de la cabeza rectora -por un supuesto "bien común" que ya se ha destapado "mal de todos"- para que la huelga sea un fracaso. Les decimos que están en su derecho de no secundarla. Que el sistema liberal que preconizan no sólo les da la razón sino que aplaude su abnegado trabajo en pos de una economía de mercado donde el hombre y su esfuerzo no es más que un elemento necesario pero nunca principal. Que a pesar de sus palabras, la persona no es el eje sobre el que ha de girar la economía, sino una herramienta más de esta, comparable a las mulas de carga o a los ordenadores de la redacción. Les pedimos, a ellos, que se han mostrado siempre más católicos que el Papa, hijos de la Iglesia (y no de la secreta), comprometidos con los 'principios y los valores' que dicen abanderar, que hagan examen de conciencia cuando se arrodillen ante un Sagrario y se pregunten si es lícito que, para que sus vidas no se vean trastocadas por el infortunio, otros tengamos que admitir cómo se nos roba el pan de la boca de nuestros hijos con la mansedumbre del siervo.  
"Porque no eres ni frío ni caliente te arrojaré de mi boca"- dice el Evangelio. Bien, pues se ha acabado el tiempo de la tibieza.

"Porque no eres ni frío ni caliente te arrojaré de mi boca"- dice el Evangelio. Bien, pues se ha acabado el tiempo de la tibieza.

 

Juan Manuel Pozuelo